Sin duda formamos una parte de un todo, del universo, del planeta, de nuestro México, de nuestra sociedad, negar que no nos necesitamos unos a otros es una mentira; si al universo le va bien, nos va bien a todos, si al planeta, si a nuestro país, si a nuestros compatriotas les va bien, nos irá bien a todos, incluso, a pesar de los pesimistas, de los egoístas, de los envidiosos, de los amargados, de los violentos. Dios ha diseñado nuestra realidad para que disfrutemos de todo, y con ello, allegarnos la tan anhelada felicidad, pero el hombre no reconoce esta verdad y prefiere abrirse camino haciéndole más caso a su mente que a su corazón, de ahí que tenga que sufrir las consecuencias de su desobediencia, de su insensatez, de su ignorancia.
Si sientes que tu alma sufre por causa de las grandes y pequeñas catástrofes que ocurren en cualquier parte del mundo, es porque no has perdido tu sentido de pertenencia a ese todo del que formas parte; sabes que no estás exento de cometer errores, pero, aunque tu mente trate de justificarte, tu corazón no lo consentirá y será tal tu congoja, que buscarás con afán su cura; sin saber cómo y sin entenderlo, el Espíritu Santo te guiará hacia la luz, y el camino se verá iluminado por la palabra de Jesucristo nuestro salvador.
Permanecí callado frente su dolor, pero no indiferente, ella esperaba que yo le dijera algo, pero esperé pacientemente el momento, la vi entrar y salir por la puerta de la tristeza, debido al duelo que le causa la pérdida de su compañero de más de 50 años, pero ni la edad, ni la mente, podía evitarle al corazón que sufriera; se rió por un momento como diciendo no pasa nada, seguimos aquí, pero sólo esperaba un palabra mía que le hiciera sentir mi condolencia, para derrumbarse de nuevo y yo con ella, porque la parte de mí que se había fusionado a su sentir, tenía el mismo origen, de ahí que comprendí, que estábamos hechos del mismo material y que nos había creado el mismo Dios.

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