El miércoles, una serie de twitters del gobernador de Nuevo León, Samuel García, llamó la atención en Tamaulipas por la similitud con un escenario que se repite en nuestro Estado.

Transcribo en su secuencia original los mensajes textuales, para no caer en tergiversaciones:

“Nos informan que en este momento, ministeriales armados de la Fiscalía están tratando de ingresar a las instalaciones de la Torre Administrativa”.

“Esto es ya un exceso, el Fiscal al servicio del PRIAN de Paco Cienfuegos y de Chefo Delgado no tienen límites y están violentando el marco legal para amedrentar a nuestro Gobierno y a todo Nuevo León”.

“Le pedimos apoyo a la opinión pública para que este atraco no se consume”.

“Sus fechorías me obligan a exigir formalmente su destitución ante el congreso federal y local”.

Hasta ahí los mensajes, que, ojo, como reacción acumularon miles u miles de “likes” de apoyo al Ejecutivo regio.

Lo anterior transparenta la tormentosa relación del gobernador nuevoleonés con la Fiscalía General de Justicia de esa geografía, heredado por el anterior sexenio, en lo que parece una copia al carbón de la que se vive en Tamaulipas: Una figura impuesta, con nexos notorios y probados con intereses políticos del pasado y reacia a dejar el puesto, amparada en el lapso que le concede la ley, pero a trasmano motivada por un acuerdo no escrito de protección a quien se fue.

Lo expuesto en Nuevo León por Samuel García, es evidente, ha dejado atrás el simple distanciamiento político como hasta ahora todavía sucede en Tamaulipas y se ha convertido en una abierta medición de fuerzas, la que tarde o temprano se romperá por el eslabón más débil.

¿Qué mueve a la Fiscalía de Nuevo León a desafiar al Gobernador?… ¿Qué espera recibir por mantenerse en ese encargo, cuando al terminar éste –si es que cumple el plazo– su titular puede dar con sus huesos en una celda?

A la distancia es difícil dar respuesta a esas dudas, pero la similitud con Tamaulipas también mueve en nuestro Estado a formular interrogantes parecidas.

¿Por qué se obstina el Fiscal de Justicia en Tamaulipas, Irving Barrios, en no dejar un sillón que ahora le representa un lastre?

Pueden imaginarse muchos intentos de respuesta, pero resulta extraño que una figura con trayectoria propia se aferre de manera feroz a esa oficina, para convertirse junto al Auditor Superior del Estado y el Fiscal Anticorrupción, en uno de los funcionarios más satanizados del sector público estatal.

¿Lealtad?… ¿A quién?… sólo mencionar la palabra es para dar risa, porque en el terreno de los agradecimientos Cabeza de Vaca le debe más favores a Barrios que éste al anterior Gobernador.

Así que para cerrar el tema doy rienda suelta a la especulación y aventuro dos hipótesis.

El Fiscal Irving Barrios sabe que está sólo y que nadie en el actual gobierno da un peso por su alma. La única explicación que parece asomar para no renunciar es que no ha logrado obtener la seguridad de que a su salida le entreguen a cambio la impunidad que requiere para medio dormir tranquilo.

Si así fuera, tampoco entendería al actual gobierno estatal: Tan fácil que sería con eso quitarse de encima una de las más ominosas sombras del pasado cabecista y abrir el camino al castigo esperado para quienes abusaron de sus atribuciones.

Sí, tal vez habría quien interpretara una decisión así como una derrota política, pero en este caso sería útil recordar una vieja pero sabia frase:

A veces es necesario perder lo menos, para ganar lo más…

 

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