Ya tienen varios días, pero siguen siendo importantes por muchas razones, entre las que destaca la oportunidad de convivir con nuestros compañeros de profesión, trabajo, estudios o de cualquier otra actividad. Las posadas constituyen una parte importante en la tradición decembrina.
Cierto: hemos perdido lo que para muchos es la esencia de estas fiestas y que es el recuerdo de José y María hacia Belén y toda una hermosísima y motivante historia que está totalmente ligada don la religión católica, pero siendo sinceros, la gran mayoría la vemos como una oportunidad para divertirnos, es decir, una fiesta.
Paralelamente, con las fiestas vienen alegrías muchas y excesos en todo o casi todo, siendo uno muy peligroso el del consumo de bebidas alcohólicas y, que, en algunas personas, se salen de toda realidad y aguante y hacen desfiguros, protagonizando ridículos momentos y desgraciadamente, accidentes que tienen costos muy elevados en cuanto a vidas se refiere.
Siempre henos sabido todos que el alcohol y el volante no se llevan: son como el agua y el aceite. Si Tránsito nos diera estadísticas hoy en día, nos asustaría la cantidad de incidentes que se presentan, sin contar los que no se reportan que suman cientos diariamente.
Y no es exageración: son cientos los accidentes que, por su monto no son tan significativos, pero son muestras de que algo no estamos haciendo adecuadamente y tenemos que enmendar esas cosas.
En ese sentido hay operativos que tienen una misión muy importante: evitar que quien abuse del alcohol maneje y sea causante de alguna tragedia, pero somos especiales, y mandamos alertas para que los tomadores no se acerquen siquiera a esos puntos de tráfico. Flaco favor hacemos a la ciudad, a la autoridad y a nuestros semejantes.
Otro de los excesos es el referente a aspectos de comida: hay mucha pero mucha comida en casi todas partes y no llenamos de unos tamalitos cuando ya estamos comiendo unos romeritos, bacalao o alguno otro de esos exquisitos guisos que se elaboran en este tiempo.
La recomendación es muy clara en ese sentido: comer lo necesario, y dejar los excesos para otra ocasión, dado que es muy común que en enero o febrero la ropa nos quede más apretada que antes. Pero sepa usted que la ropa no cambia sino las personas, por lo que es importante medirse y recordar hasta donde sea posible, una alimentación balanceada en todos sentidos.
Y para ello, se puede y debe acudir con un nutriólogo que nos ayude y oriente sobre lo que podemos y debemos consumir, y qué cosas dejaríamos para el olvido.
En la medida posible, no se desvele mucho, porque es muy importante saber que el sueño perdido nunca se recupera.
Y para los melancólicos, sabemos que son tiempos de reflexión y de añoranza hacia los viejos amigos y familiares que ya no se encuentran con nosotros, pero tengamos la idea de que estarán en un mejor lugar. Y descansando tranquilamente. Debemos sentirnos bien al saber que en vida les rendimos tributo y lo mejor de nosotros.
Por favor, respete los límites de velocidad, no quisiéramos saber de más accidentes que son el pan de todos los días. Deje el celular a un lado y dedíquese a manejar y a cuidar su integridad y la de quienes le acompañan.
Y sobre los obsequios que se han vuelto una tradición imborrable, solamente tenga presente que lo mejor de cada uno lo llevamos dentro, y que el espíritu de navidad verdadero está en entender que estamos renaciendo a una nueva existencia, llena de cosas plenas e inolvidables que nos tocará vivir una única vez en nuestra existencia.
Recuerde que ante la adversidad tenemos que sonreir a la vida y agradecer lo que tenemos, y pedir más por los que nos rodean, que bien valdría la pena una buena cadena de súplicas.
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