En ese espacio de tiempo, en el que no estoy aquí, ni estoy allá, les aseguro, que estoy conmigo mismo, tratando de reconstruir mi presente con las cosas buenas de mi pasado, y aunque dicen que no es lo más prudente, porque se tiene que vivir siempre en el presente, la verdad, para mí, lo que se va construyendo en este tiempo, adolece de la esencia de los días felices de mi juventud, de mi etapa adolescente; y aunque hoy se critique mi vida con el termino obsolescencia, para mí, todo lo que no procede de un corazón puro lo considero una insolencia. Todo en la vida trae consecuencia, incluso, lo no vivido, la experiencia absurda que se quedó congelada en el olvido, por el temor diferido por otras generaciones, y todo, por no ser concebido como parte de vital transcendencia, que se dejó de hacer, considerándolo tiempo perdido; y si de algo podría el hombre sentirse arrepentido, es de todo aquello que concibió al estar confundido, por no haber tenido la madurez requerida para tomar las mejores decisiones, ante el supuesto temor de padecer socialmente enérgicas restricciones, que te podían condenar a padecer el mal que la inmadurez le acarrea a otros, a causa de tantos desatinos causantes de tristes decepciones.
Como todo ser humano, estoy también buscando algo que considero perdido, que es por mi mente mal definido, pero que me acerca en momentos a la realidad, para conocer la verdad de lo que me acontece, si fuera solo olvido, esa sería mi queja, pero reconozco, para mi sorpresa, mi terquedad de parecer odioso, insistiendo en seguir con mi torpeza, y todo por la dualidad de mi naturaleza, por un lado divina y por otra humano.
Que no me quite el sueño, el no darle gusto a mi hermano, cuando me exige tal nobleza, que a ojos de todos sería más que virtud una rareza.

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