Y pensar que con el tiempo se corre el riesgo de olvidar la importancia de mantenerse atento a las necesidades de tu pareja; de ello, es muy frecuente que se culpe a los roles de género que se desempeñan durante la relación marital.

Si bien es cierto que puede haber muchas coincidencias y muchas más complacencias, basadas dicen, en un principio de equidad, la realidad es que el intermediario que actúa como facilitador resulta ser el amor, y con ello se logra mantener saludable la relación.

Pero ¿en qué momento la perfecta unidad empieza a tener fisuras en la vida de pareja? Si el hombre es muy dedicado al trabajo, aunque el motivo pudiese estar justificado por aquello que se desea que no le falte nada a la familia, el reducido tiempo que éste puede pasar al lado de cónyugue, va a ser como la gota de agua que horada a la piedra.

Lo mismo ocurre cuando la dedicación de la mujer en su rol de madre la absorbe de tal manera que hace de toda necesidad de los hijos la prioridad, olvidando en apariencia y temporalmente, que la relación de pareja requiere estar siempre atendida de manera saludable.

Es frecuente especular, de ambas partes, que la priorización por las tareas laborales en del hombre, y en esta era de la mujer que trabaja, o por las tareas maternales, son suficiente motivo para justificar la falta de atención a la relación marital, pero la verdad, el efecto de este distanciamiento “por necesidad” al tiempo traerá consecuencias no gratas para la pareja.

Por más que se asegure que los intereses en común de la pareja, por el buen desarrollo de los hijos, está por encima de cualquier otro de carácter personal, nunca debería de ponerse en riesgo la integridad del pilar fundamental de la familia.

“Por eso está escrito: Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se juntará con su mujer, y serán los dos una sola carne” (Efesios 5:31).

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