Con el tiempo me he dado cuenta que no soy una persona fácil de entender, y por ende, de comprender; pero esto no obedece a la falta de comunicación con mi familia, amigos o con las personas con las que interactúo socialmente; creo que el problema reside paradójicamente en la continua necesidad de estarme comunicando con los demás, y con ello, supongo, interfiero la buena fluidez de los canales de la comunicación de las personas que tienen un flujo normal de información.
Esta forma de ser del que narra, que espero no sea un caso excepcional a la regla, de lo que podríamos llamar comunicación de rango normal, creo se originó por el aislamiento voluntario, vía meditación, que practiqué por algunos años durante mi adolescencia y juventud, sí, ayer, cuando andaba en la búsqueda de respuestas existenciales; pero, una vez que salí de ese trance, reinicié con gran entusiasmo el proceso de relacionarme con los demás a través de la transmisión y recepción de información, pero, ésta no se daba de una manera clara, porque sin desearlo, evidenciaba un reclamo injusto por el daño colateral que pude haber sufrido durante el estadio de introspección.
Esa sensación tan desagradable, que sufre tanto el emisor como el receptor, cuando surgen los desacuerdos al tener un enfoque diametralmente distinto sobre una cuestión vital para resolver conflictos, y que en la mayoría de las veces, no admite la posibilidad de un análisis profundo de los dichos y los hechos para justificar una u otra posición; sin duda, en ello existe un alto riesgo de ruptura de las buenas relaciones.
Un factor que suele ser en este tiempo el común denominador de los cortes de comunicación, está relacionado con la variación de los intereses, otrora comunes, que funcionaban como un sólido cemento para mantener unidas a las personas; entre esta diversidad de razones se encuentra la falta de tiempo, debido a las múltiples ocupaciones de las partes; otra que se menciona, es el desencanto que surge en cuanto al cambio de actividades que relacionaban a los sujetos, otro más, y que pocas veces se reconoce, es el surgimiento de sentimientos de rechazo a seguir con la comunicación por haberse viciado, ésta debido a la inclusión de temas que evidencian toxicidad.
Podría seguir mencionado elementos controversiales que se antojan negativos para la continuación de una relación rica en comunicación, pero, es importante mencionar, que si los puentes que se establecen para la comunicación son meramente temporales y no se genera ningún otro sentimiento que los consolide, como sería una amistad verdadera, es de esperarse, que se vayan cerrando los canales de comunicación, porque de existir lazos de una sólida amistad, no habrá pretexto válido para justificar el término definitivo de la transmisión, más que de información, sí de sentimientos, que son importantes por su efecto benéfico sobre la salud.
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