Chonita, hermana de mi madre María del Carmen Ernestina, cuando yo era niño, siempre me observaba detenidamente, pues le llamaba la atención, que yo procuraba acciones que generaran bienestar a los demás, era cuidadoso en mi lenguaje y conducta, ella me veía como responsable y educado, más, no pasaba desapercibido, el hecho deque también era tímido, de ahí, que siempre que se me antojaba algo de la tienda, ya fuera un dulce, un refresco o un pan, procuraba primero ponerla en buen ánimo, para que cuando hiciera mi petición encontrara una respuesta positiva a mi demanda; de hecho, ella adivinaba cuando yo deseaba algo y le gustaba complacerme; aclaro que no sólo a mí, sino a todos sus seres amados, y en el caso que hoy nos ocupa, a los hijos de Ernestina, donde había de todo,como ella decía, había pues, de limón, manzana yde sandía, y aseguraba, que cada cabeza era un mundo, y había que saber cómo tratar a cada quien. A mí me gustaba “granjearme lo que me daban, así es que consideraba mucho, el hecho de que todos los artículos que se expedían en la tienda tenían un costo y había que pagar por ello; de hecho, la abuela Isabel, cuando la acompañaba yo en su tuno de atender la tienda, siempre me decía que teníamos que tener consideraciones con lo mucho que le costaba a Chonita mantener la tienda; esa observación yo la traducía, como una oportunidad de trabajar para ganarme los sagrados alimentos, así es que me ponía a realizar tareas domésticas en la casa grande, en la tienda, en la carnicería y en el salón donde se empacaba la fruta que el abuelo Virgilio y el tío Arturo vendían en el mercado de abastos de Monterrey NL. Me llamaba mucho la atención, cuando al llegar los fines de semana,llegaba una buena cantidad de personas a pagar sus deudas y a surtir de nuevo el mandado para la próximo período de subsistencia semanal; pero más admiraba el sentimiento de orgullo de aquellos hombres de campo, al poder surtir la despensa para alimentar a su familia, y cómo llevaban alguna golosina para sus hijos, para premiar sus esfuerzos escolares; después de surtir la despensa, sacaban su libreta de fiado para descontar la deuda anterior, el abono o la nueva deuda, y yo empecé a sentir la necesidad de ser sujeto también de crédito, pues sabía muy bien, que mi madre tenía dificultades para alimentar a tanto chamaco y ninguno estábamos aún en edad productiva, aunque nuestros amigos de la misma edad, habitantes de San Francisco, desde muy pequeños ya ayudaban a sus padres; un buen día, por fin me apalabré con la tía Chonita y le solicité crédito; ella, hermosa como era, con su cabellera entrecana, muy seria se me quedó mirando, tan seria como acostumbraba atender los asuntos de negocio, a me empezaron a temblar las piernas, mortificado por mi atrevimiento; estaba en ese momento Humberto Rodríguez al que apodaban “Beto el Bandido” y Ubaldo, quienes sonreían al mirar mi nerviosismo; entonces Chony como le decíamos de cariño, bajo la mirada,  abrió un cajón y sacó una libreta, anotó mi nombre y me dijo, te haré solo dos preguntas antes de darte el crédito: ¿Para qué quieres el crédito? Y ¿Con qué me vas a pagar? Le contestécon mucha seguridad: Lo quiero para comprarle despensa a mi mamá, quiero que se lleve una buena bolsa con lo más indispensable para la casa; si me contratas como tu empleado y me asignas un salario, yo seré tu ayudante en la tienda y haré cuanto me pidas. En ese momento todos rieron por mis ocurrencias, me sentí avergonzado e inmediatamente traté de disculparme y le dije: A mi abuela y a mi abuelo les pagaré la comida también con trabajo, y si Arturo me acepta como piscador de peras y naranjas, estoy puesto para trabajar en ello. Inmediatamente, Chony quien no pudo disimular un par de lágrimas rodar por sus mejillas, se tallo sus ojos y me entregó la libreta y yo salí corriendo para enseñársela Gilberto.

enfoque_sbc@hotmail.com