Entre más pasa el tiempo, me doy cuenta de lo importante que resulta tener noción del concepto: principio y fin. Al principio, mucho de nuestro tiempo lo pasamos sin tener plena conciencia de lo valioso que es cada segundo en nuestra vida, simplemente trascurre, y mucho de lo que ocurre pasa desapercibido, y como tal, es registrado superficialmente y no es almacenado por nuestra memoria permanente.
En ocasiones me pongo a hurgar desesperadamente en el almacén de mis recuerdos, tratando se rescatar muchos de los momentos que pasé al lado de mi familia, de mis amigos, de mis compañeros de escuela o de trabajo; tengo la sensación de que están ahí, en algún lugar de mi memoria, pero no logro evocarlos, entonces, con cierta desesperación le pegunto a mi familia o a mis amigos, con la esperanza de tener al menos, una pista que me ayude a recuperar la información, teniendo éxito en ocasiones, y otras veces, sembrando la inquietud para que cada quien haga su búsqueda, y de encontrarla, compartirla. No creo por ello tener una conducta obsesiva, más bien, lo que pretendo, es reavivar la maravillosa flama que iluminaba cada día de mi calendario existencial.
Mucho se dice que el que vive de recuerdos pierde su tiempo, aseguran que es más saludable vivir en el presente y que es preferible no pensar en el futuro; tal vez, esas expresiones tienen un enfoque positivo, basándose en lo tóxico que resulta evocar experiencias traumáticas del ayer; mas curiosamente, en mi caso, mi espíritu asimiló todo aquello que causaba daño físico o mental, como parte de un proceso necesario para fortalecer y darle sustentabilidad a mi existencia.
Vivir y experimentar para aprender, recordar para fortalecer y restablecer los motivos del porqué se tiene que aspirar a vivir mejor, y alimentar con la fe nuestras esperanzas de alcanzar en el futuro, un estado del ser, competente y capaz de asimilar todo aquello que por nuestra inmadurez aún no hemos podido comprender.
Algunos de mis lectores me han felicitado por tener lo que han llamado “una excelente memoria” pero yo les aseguro que hay muchos más recuerdos en mi espíritu, que los que he podido acumular durante lo que llevo de existencia, y tengo la esperanza, de que en algún momento, habrán de surgir, ya no como hechos del pasado, sino como un presente desconocido y un futuro que esperamos, pero que siempre ha existido, de tal forma que no podríamos dilucidar cuando se trata de un principio y cuando de un fin.
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