Un buen día, ya muy fatigado, me fui a descansar a mi cama, no hubo mayor reclamo de un buen baño, para quitarme el polvo del camino, pues sabía que mi destino me llevaría a soñar con el que nos invita a su mesa a compartir el pan y el vino, para recordar la humildad y la nobleza de quien sería la cabeza de nuestra amada religión. Una vez, al lado de Jesús, al compartir el alimento espiritual de la Eucaristía, me pidió contar mi sueño, y entonces dije: Yo tengo un pequeño y grande jardín, lo he cuidado y cuido con verdadero esmero, y con el tiempo, aprendí que si quería además de flores y de verde follaje, llenarme de gozo por lo que siembro y recojo, debería concederles a las plantas tan queridas, la libertad que merecían para permitirles crecer tanto hacia abajo, como hacia arriba; abajo, para que las raíces conserven su independencia y puedan tomar del subsuelo lo que necesitan para crecer, y hacia arriba, para que sus tallos crezcan tan alto, que puedan ellas mismas agradecer a Dios Padre el haberles dado la vida.

Siempre he querido, le dije, ser un buen jardinero, para aprender a sembrar paz y armonía en el hogar, para ello, he abonado con dulces palabras y nobles acciones el corazón de mi amada familia, regándolas con ternura, cariño y con alegría, para hacerla sentir amada sin perder la inocencia del niño y conservar del viejo la sabiduría; por eso, la he regado con mucho amor, con el mismo amor con el que Dios nos ha creado para habitar y poblar esta bendita tierra; más, he de reconocer, que cuando el entender del hombre es duro, más esfuerzo se debe de poner, en todo lo que le permita crecer, para que nunca renieguen de sus profundas raíces, y tengan siempre la voluntad de creer, y tanta sea su fe, que los lleve a encontrar la verdad por el camino que nos obsequia la vida.

Yo soy aquel trabajador de la viña del Señor, él llegó a mí para que fuera a cultivar el fruto de su evangelio, no me envió a un viñedo lejano, me envió al hogar con mi familia, me hizo pastor de mi rebaño para mostrarle el camino y así como al Buen Pastor, mis ovejas conocen mi voz y yo conozco la voz de mis ovejas.

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