Siempre que veo alguna película romántica en compañía de mi esposa, sucede que, durante las escenas más emotivas, ella voltea a verme y me pregunta: ¿Que te recuerda? Ella ya sabe lo que le voy a contestar, pero le agrada que lo diga, y a mí me gusta complacerla. Sin duda, durante nuestra juventud fuimos una pareja muy enamorada, ahora en nuestra adultez, podría asegurar que ese enamoramiento, con el tiempo se consolidó y dio origen a lo que conocemos como amor; y si bien es cierto que es el pilar de una relación estable, ambos extrañamos el embeleso que nos proporcionaba el estar enamorados, por eso, con cierta discreción y muy emocionados, cada uno busca la forma de construir escenarios que sutilmente nos conduzcan a experimentar de nuevo esa atrayente sensación de agradarnos mutuamente, hasta lograr vernos con los ojos mágicos, apreciando sólo nuestras virtudes, logrando con ello situarnos en un momento maravilloso de plena armonía, ausentándonos de los conflictos y ruidos del entorno, y  situándonos en un espacio especialmente diseñado para una pareja de enamorados.

 He de reconocer, que, en esta noble edad intermedia, difícil nos resulta abstraernos de las responsabilidades inherentes al honorable título de abuelos, ya que, para nuestros nietos, nuestro tiempo de enamoramiento quedó en el pasado, y ahora tenemos tareas tan interesantes qué realizar, como atender sus necesidades afectivas, nutricionales, de salud, de esparcimiento y de financiamiento. Es impredecible el momento en el que nuestros planes amatorios se cruzan con los planes de los nietos, pero cuando esto ocurre, no nos queda otra que posponer nuestras intenciones revitalizantes. Cuando llega a ocurrir esto, mi nieto Emiliano, que es muy reflexivo, tratando de consolarme me dice: Hoy por nosotros, mañana también; y mi esposa, la noble y bondadosa abuela, con un dejo de resignación me dice: ¿Cuándo pasarán otra película romántica?

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