A mis quince años, después de estar agónico por el peso de una situación de desamparo emocional, condenado a medio sufrir un abandono incomprendido, decidí despedir el pasado para intentar resucitar a una nueva vida; amor había y lo recibía, amor puro sin duda era, es y sigue siendo, pero sufrido también sin duda, así como mi amor lo era en aquel tiempo, antes de mis quince, mas egoístamente, solo veía y sentía el vacío que habitaba en mí y no el profundo abismo en donde había caído el ser que me amaba y me ama sin condición, oscureciendo su bello espíritu, que sintiéndose perdida, luchaba con todo el corazón para tratar de unir su integridad, para poder mantenerse de pie y tomar el timón del barco familiar que amenazaba con naufragar.

La tormenta duró un diluvio, pero la barca llego a puerto seguro, y así fue como a mis quince años, pisé tierra firme y segura, entonces me atreví a explorar la zona para socializar, y con el tiempo fui más lejos, encontrando de nuevo el sentimiento que en mi niñez me hizo brillar, sí, al amor me refiero, de una mujer provenía, como la primera vez, aunque en esta ocasión, tan gratificante sensación, me atrajo de tal manera, que borró de mi semblante el matiz gris y volví a sonreír, mas no me sentí completamente liberado de mi pasado, pero al fin enamorado y feliz, temiendo que mi sentimiento fuera sólo una ilusión, decidí preguntar a mi mejor amigo, que en años y en experiencia me aventajaba, si a todo lo que sentía, se le podía llamar amor y si en ello temía razón.

Mi amigo muy sorprendido cuestionó mi sentimiento de inmediato y me dijo: A tus quince años, sólo puede haber
ilusión, porque el verdadero amor se consigue si se vive enamorado no un rato, sino toda la vida. Triste me puse por su respuesta, y en la tristeza pude comprender que el mimo tipo de amargura llegó a mí, cuando sentí perder el
amor de quien más quería y eso no me podría ocurrir con el nuevo amor, porque este amor era sólo mío y sería para siempre. Han pasado ya 52 años, y sigo enamorado como el primer día de la misma mujer, y cuando me

preguntan cómo pudo esto suceder, yo les respondo con humildad y orgullo, lo que Dios destinó para ti, sólo puede ser tuyo.