Últimamente he estado soñando a mi entrañable amigo Toño, tal vez, se pensaría que el tiempo ha logrado que lo haya olvidado, pero no es así, después de haber caminado juntos por cuarenta años y haber compartido incontables aventuras, tantas, como para dejar de decirle amigo y llamarlo  hermano, integrándose con ello a mi familia. Toño se ganó a pulso un capítulo entero del libro de mi vida, de ahí, que muchas anécdotas han esperado por años su momento para ser contadas, y espero dedicarle tiempo y memoria a su gran legado como persona, amigo y hermano.

Últimamente Toño ha estado en mis sueños, después de mucho deambular por el lugar donde van los justos, logra regresar a la tierra y me busca, de ahí que me saluda sonriendo y después, nos subimos a un auto y emprendemos un recorrido por todos aquellos lugares a los que a él solían agradarle; se le ve feliz, lleva la ventanilla abierta,  y su delgado cabello se mueve con el viento, así como se mueven las espigas del trigo en un extenso trigal, yo voy hablando sobre lo afortunado que soy al poder verlo de nuevo, y él, sin mover los labios me contesta, lo que me trajo un recuerdo de cuando se aficionó a la lectura de textos sobre el control mental, mismos que un muy amigo suyo de origen español era autor y que además se dedicaba a impartir cursos sobre el tema, si más no recuerdo, lo llamaba Carmelo. Pues bien, un buen día, Toño llegó a  mi casa con la novedad de que era tal su conocimiento sobre el control mental, que incluso, podía adivinar la mente de las personas, eso me animó para contarle una historia sobre uno de mis bisabuelos por parte materna, que según mi madre, era poseedor del don de la clarividencia y la telequinesis, Toño se interesó en ello y me contestó que era probable que algún descendiente del bisabuelo podría heredar los dones mencionados, e insinuó que tal vez yo, sin saberlo, podría ser el poseedor de dicha herencia, de ahí que por un tiempo, intentó aleccionarme sobre el particular, pero como en ese tiempo mis prioridades eran otras, no le presté mucha atención.

Toño le platicó a algunos de nuestros amigos y compañeros, de la casa que rentábamos cuando fuimos estudiantes, que él estaba posibilitado con la capacidad de leer la mente, incluso a distancia, para ello, primero fue a mi cuarto y me platicó su plan para jugarles una broma y me dijo que él les diría que me llamaría mentalmente e iría a donde se encontrara, yo estaría en otra habitación, sincronizamos nuestros relojes y a la hora señalada me presentaría; así lo hicimos, él se encontraba en el techo de la casa junto a tres de nuestros compañeros, y de pronto, me presenté y sin más le dije: ¿Me llamaste? Los demás se quedaron sorprendidos, y más, uno de ellos, que temeroso, lo tomó como un hecho sobrenatural y le pidió que no lo hiciera más, porque eso podría atraer a algunos espíritus que se encontraban en otra dimensión. Después de esa experiencia, Toño quiso jugarle una broma al compañero que experimentó miedo, y me pidió que participara, al principio me negué, pero me llegó a convencer, así es que esperamos a que llegara la noche y Toño fue a saludar al compañero quién se encontraba estudiando bajo la luz de una lámpara de mesa, le dijo que si no le daba temor estar  solo en la habitación e iluminarse con la luz mortecina de la lámpara, él dijo que no, después se retiró y me dio la señal para que subiera por una escalera de servicio, pero antes me cubrió con una sábana,  cuando me dirigí al compañero, éste se levantó abruptamente, pero en lugar de asustarse y correr, tomó en su mano derecha una bota vaquera por la punta y la emprendió contra mi humanidad, entones le grité que parara de golpearme, que era yo, hasta entonces se detuvo, me pidió disculpas, no sin antes tocar mis brazos para saber si no se trataba de algún espíritu. Sin duda fue una broma muy pesada, donde yo aprendí la lección de no volver a bromear de tal manera y por cierto aborrecí las botas vaqueras.

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