En ocasiones sueño que recorro los lugares donde vacacionaba de niño, seguramente a muchas personas les pasa lo mismo, pero me llama la atención, que esas visitas al pasado no fueran sólo sueños, si no que me encuentro nuevamente en esos lugares y puedo tocar, oler, ver el colorido de los escenarios, apreciando la forma muebles y otros objetos; las conversaciones con las personas con las que interactúo, parecen estarse dando en tiempo real, dicho de otra manera todo pareciera real. Hace unos momentos me quedé dormido mientras trataba de evocar alguna anécdota, entonces me vi en uno de los pasillos de la Botica Francia, propiedad de mi abuelo paterno Don Felipe Beltrán Gracia, ubicada en la calle 8 entre Matamoros y Guerrero; ese pasillo era el que utilizaban por las noches para guardar los autos de la familia, pero daba también a una serie de puertas, en una de ellas, se entraba a una cuarto donde se encontraba un mostrador  y una gran estantería de madera con pequeñas celdas que albergaban unas cajas de lámina manufacturadas especialmente  para el abuelo, en todas, se podía observar al frente, los datos de identificación de las sustancias que contenían, en el mostrador se encontraba una balanza de precisión donde se pesaban las sustancias, y posteriormente, se elaboraban unos empaques de papel estraza color café, se les ponía el nombre con unos sellos de goma y al término del proceso  se depositaban en  las cajas de lámina a la que correspondían, todo ello se llevaba con un riguroso orden y calidad; las empleadas de la farmacia habían aprendido el procedimiento,  fueron capacitadas por mi tía Raquel Beltrán García que era Química Framacobiologa, y después se turnaban en las diferentes áreas de servicio, hasta llegar a especializarse, de esta manera se garantizaba la calidad de los procesos;  cuando los nietos  foráneos de Don Felipe  vacacionábamos en Ciudad Victoria, se nos instruía en las políticas de la empresa farmacéutica, así es que pasábamos, igual, por todas las áreas, desde la recepción de clientes,  organización de medicinas de patente, y de sustancias naturales , cuyas fórmulas magistrales estaban a cargo del abuelo, de las tías Raquel y la tía Lita. También nos capacitaron para el manejo de sustancias  peligrosas; así es que las vacaciones se convertían en un tiempo de aprendizaje continuo, donde además,  se reforzaban los valores como la responsabilidad,  el trabajo en equipo, la calidad en el servicio, el respeto al trabajo, la solidaridad. El domingo era día de descanso, se nos daba  dinero para ir al cine Juárez o para ir al mercado Arguelles a comprar  golosinas a la dulcería la Gardenia; por cierto, de ahí nos pasábamos a saludar al tío Felipe, propietario de la Botica Victoria, situada en la esquina del 7 Hidalgo, él nos preguntaba siempre lo que íbamos a hacer el domingo y le comentábamos que iríamos al cine, y nos decía: Llevan dinero para unas palomitas y refresco. Le confesábamos que traíamos lo justo para la entrada, entonces se metía la mano a la bolsa del pantalón y sacaba unas monedas de plata,  en ocasiones de cinco pesos, otras de diez pesos, que era toda una fortuna para nosotros.

Esta historia continuará….

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