Un buen día, acompañé a mi padre a un rancho que pensaba adquirir, pues deseaba que le diera mi opinión, ya que no estaba muy convencido de que pudiera ser una buena compra, aunque estaba aparentemente barato; la propiedad estaba aproximadamente a treinta kilómetros de la ciudad más cercana, pero no estaba a bordo de carretera, así es que tuvimos que transitar por camino de terracería otros quince kilómetros, y para que yo no me quejara en el trayecto, me fue platicando chistes y otros temas chuscos; la verdad, yo iba muy contento, pues me había seleccionado a mí entre todos sus hijos, para realizar aquel recorrido, por lo que disfruté enormemente el viaje, me llamó mucho la atención que la tierra por donde íbamos pasando era sumamente árida, apenas se apreciaban algunos árboles de mediana altura y matorrales escasos, cuando por fin divisamos una casa construida de block y techo de palma a la que llegamos, y nos recibió un viejo perro moviendo su cola, mi padre se bajó del auto con mucha confianza, pero yo antes le pregunté si el perro era agresivo, y él sonriendo me dijo: tú crees que ese famélico can pueda tener fuerzas para ladrar, seguramente te diste cuenta que no hay casas de vecinos que puedan compadecerse de él como para traerle algo de comer. Yo le contesté: Pero seguro su dueño sí lo alimenta. Pues eso quien sabe. Entonces de la cabaña salió un viejo campesino apoyándose en un rústico bordón con su mano izquierda, y en la mano derecha, se podía apreciar un cigarro a medio consumir, entre sus amarillentos dedos índice y medio, tosió dos veces antes de poder saludarnos y luego se apalabró con mi progenitor, apenas escuché que le decía que el patrón llegaría a las seis de la tarde, mientras el perro olfateaba mis zapatos.

Aquel hombre sacó dos viejas sillas artesanales, con el respaldo de madera y el asiento tejido de palma; mi padre me pidió sacara de la cajuela del auto una hielera y una bolsa de mandado, e invitó al campesino a tomar un refresco, pero el hombre prefirió una cerveza, y lo mismo hicimos nosotros. Hablaron un buen rato sobre la tierra y lo que se podía sembrar, escuché que lo que más se podía producir era el maíz y sorgo, luego hablaron sobre casería y el campesino dijo que había venado, conejos, liebres, armadillos, coyotes. Como se hacía tarde el hombre se despidió, pues tenía que salir a la carretera a tomar un autobús, mi padre le obsequió un billete para el pasaje y le regaló algunas bolsas de botana. Cayó la noche y por fin llegó el dueño del rancho, me presentó con él, pero noté algo raro en su conversación, pues el dueño del rancho le aseguraba que era un espacio muy tranquilo, después, ellos pretextaron ir a buscar algo para cenar y me dejaron a cuidar la cabaña; confieso que me dio temor quedarme solo, pero mi padre alardeó diciendo que yo era muy valiente, bueno valiente para mis dieciséis años: El dueño del rancho sacó una lámpara de petróleo y la prendió y me dejaron algunos refrescos y botana, y me dijo que si me daba sueño me recostara en un catre de lona que estaba en aquel cuarto; le dije no creo tener sueño, pues ustedes regresarán pronto, y se fueron cada quien en su auto lo que me llamó la atención; pasaron las horas y nunca llegaron, saqué una silla y me senté a contemplar aquel maravilloso cielo tachonado de estrellas, había tal silencio que invitaba a la meditación, curiosamente me entró una paz interior como nunca la había sentido, me quedé en vigilia toda la noche y al amanecer me dije , tengo que ir a la escuela , así es que emprendí la caminata hasta llegar a la carretera para pedir un aventón, pero, para mi fortuna, encontré un billete en mi pantalón y pude tomar un autobús para regresar a la ciudad. Después de la escuela fui a buscar a mi padre a su trabajo, lo encontré mirando por el microscopio, y ni siquiera volteó para preguntarme cómo me había ido, pero yo le dije: Quiero darte las gracias por haberme obsequiado una de las noches más felices de mi vida, no estuve sólo, me acompañó el viejo perro, tal vez con la esperanza de que compartiera lo que me dejaste para cenar y así lo hice, creo que para él también fue una gran noche, pues fue un gran banquete para los dos.

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