Mi madre tenÃa un concepto muy claro sobre la importancia de la presentación personal, por eso desde niño me enseñó a vestir con pulcritud; recuerdo que me decÃa que un hombre siempre serÃa tomado como distinguido, mientras vistiera adecuadamente, de ahà que era indispensable la ropa limpia, evitando las manchas en la camisa y los pantalones, cuidando de no romper los tejidos de las telas, la camisa siempre deberÃa de ir por dentro del pantalón y este deberÃa de sujetarse con un cinto de buena calidad, y en caso de no tener cinto, se podrÃan usar los tirantes, los zapatos siempre muy bien lustrados y sin raspaduras; además me repetÃa que aun, cumpliendo con todo lo anterior, si la persona no se bañaba o no se peinaba de manera formal, desvirtuarÃa la presentación. Aquellas lecciones me las tomé muy en serio, de tal manera, que cuidaba con esmero, lo que me causaba algunos problemas para socializar, ya que mi pulcritud no era bien vista por otros niños del barrio, empezando por mi hermano mayor, a quien le gustaba vestirse de una manera más informal y para mostrar su desacuerdo conmigo, limitaba mi participación en los juegos o las aventuras como excursiones al monte o visitas al rÃo. Cuando vacacionábamos en la casa de los abuelos maternos Virgilio e Isabel, afortunadamente para mÃ, mi primo Gilberto empatizó más conmigo que con mi hermano, de tal forma, que dejé de seguir a mi hermano y eso me evitó un buen número de discusiones y pleitos.
Un buen dÃa, estaba con mi primo Gilberto descansando y comiendo una fruta bajo la sombra de un árbol, entonces le pregunté que por qué mi hermano era asà conmigo y el respondió que probablemente se debÃa a que yo me cuidaba mucho la ropa y le daba la idea a él y a otros amigos de que era un tanto sangrón, además que el hecho de cuidarme mucho inspiraba la idea en otros de que era muy miedoso, y en aquel ambiente la valentÃa era un asunto prioritario entre el grupo; le pedà me ayudara para ser aceptado y me dijo, primero tienes que enfrentar tres pruebas de valor y si las pasas, verás como todos te aceptarán. Le pregunté si tendrÃa que hacerlo delante de mi hermano y otros miembros del grupo y dijo: No es necesario, ellos comprobarán que participaste en las pruebas. No dudé en ningún momento y acepté el reto, y le pregunté: cuál es la primera prueba. Él dijo, subirte a lo más alto de ese nÃspero y bajar aquel ramo de fruta. De inmediato empecé a subir , batallando, porque mis zapatos a los que llamaban choclos, tenÃan una suela muy rÃgida y frecuentemente se resbalaban y para colmo me atoré varias veces en alunas ramas y al resbalar se me rasgó el pantalón y se raspó la piel de los zapatos, también me hice algunos rasguños en la piel de los antebrazos, pero logré cortar el ramillete de nÃsperos; la siguiente prueba fue quitarle un pollo a una gallina, me pareció fácil, pero en cuanto agarré el polluelo se me vino encima la gallina dándome de picotazos, corrÃa desesperadamente y Gilberto me gritaba que soltara el pollo y asà lo hice y se calmó la gallina. Por último le pregunté: ¿cuál es la tercera prueba? Y dijo, torear un avispero, cosa que nunca me habÃa atrevido, entonces fuimos a una pared de block y Gilberto señaló un agujero que estaba en la misma y me dio una vara delgada cortada de un árbol de Anacua, y me invitó a picar el nido y me dijo, en cuanto veas salir a la primera avispa empieza a correr rápido, si logras que no te pique ninguna pasarás la prueba. Piqué varias veces y no salió ninguna, pero cuando me distraje para decÃrselo al primo, salieron como tres o cuatro avispas y por más que corrà no logré eludirlas asà es que recibà un piquete en el brazo y uno en la cara, empezándome a hinchar, lo que le preocupó a mi primo, por lo que me puso un remedio, molió una piedra azul de rÃo y después me dijo que la mezclara con mi saliva y me pusiera la plasta en el lugar de los piquetes, de todas formas no me desinflamé del todo, de tal manera que al llegar a merendar mi abuela Isabel se dio cuenta y nos regañó. Al dÃa siguiente mi primo me llevó con algunos de los miembros del grupo y les platicó que yo habÃa demostrado ser valiente al enfrentarme sin temor alguno a las pruebas y de esa manera, ya pude acompañarlos al Ojo de agua a poner algunas trampas para pájaros y después fuimos a buscar plantas de chile piquÃn del monte y nueces. Al regresar de las vacaciones, tenÃa temor de que mi madre me regañara al ver la rotura del pantalón y el maltrato de los zapatos, pero al parecer ella comprendió de lo que se trataba y me dijo la próximas vacaciones llevarás ropa adecuada para divertirte como sólo saben hacerlo los niños de tu edad.
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