Vivir y convivir, convivir y disfrutar, disfrutar y ganar, ganar y perder; después, aferrarse a la vida y no dejarse abatir por lo que consideramos derrotas, porque al final, no todas nuestras batallas fueron victorias, pero hay que levantarse de nuevo, para estar en condiciones de convivir sanamente, sin sentirnos culpables de un pasado en el que buscamos siempre disfrutar la vida, gastando nuestra vital energía, no sólo en cosas positivas para nuestro crecimiento físico, mental y espiritual, sino haciendo derroche de nuestro poder y voluntad, para retar al mundo y retarnos a nosotros mismos.

Yo he vivido tan sensible y profundamente, y no precisamente para disfrutar la vida, sino para encontrar respuestas a muchas dudas existenciales, procurando no rebasar los límites de la congruencia, evitando dañar a mis semejantes, aunque sea el receptor de las lesiones que no me correspondía recibir.

Con el tiempo te das cuenta, que lo importante no es satisfacer a plenitud tus necesidades, cumplir tus anhelos o consolidar tus proyectos, lo más importante es poder convivir y aprender a disfrutar de los logros, las victorias y los motivos que generan la felicidad en otras personas.

He vivido y convivido, he disfrutado de lo que he hecho en la vida y he reconocido en ello, que sólo he hecho lo que me ha tocado hacer, y si en su momento fui juzgado para bien o para mal, no he dejado que el dolor llegue a lastimar mi espíritu.

He disfrutado de la compañía de las personas que han sido muy afines conmigo, he percibido la presencia de la sintonía y me he dejado contagiar por el entusiasmo, el optimismo y los buenos valores de esos hermanos que no son consanguíneos. Pero también he convivido y aprendido tanto de aquellos con los que no se pudieron establecer los puentes de la empatía, donde la armonía brilló por su ausencia y la sintonía se extravió.

Siempre me pregunté cuánto tiempo pasaría para estar en paz conmigo mismo, nunca imaginé que la respuesta siempre estuvo al alcance de la mano, más no considero haber perdido el tiempo buscando, porque en el camino conocí tantas almas buenas.

Hoy ya no busco tener la razón en todo, el aferrarme a un ideal  o a principios que desde su origen estuvieron conmigo, como si fueran una ley irrefutable, hoy soy más flexible, y me he dejado moldear por el amor y reconozco en el amor la única fuente que nos conduce a la verdad.

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