Siempre me ha gustado la música, cuando era niño mis padres tenían una consola que tenía radio AM, FM y tocadiscos, que al principio no nos dejaban utilizar, porque decían era cosa de grandes, pero cuando mi padre se iba a trabajar por las tardes a su laboratorio particular, y yo terminaba de hacer mi tarea escolar, me dirigía sigilosamente a la sala, para admirar aquel hermoso aparato, después lo olía, porque seguramente había sido construido con una madera muy fina, pues esparcía un agradable olor por toda la estancia; volteaba para todos lados para asegurarme que nadie me veía y con mucha cautela lo prendía y bajaba el volúmen , esperaba un par de minutos a que se calentaran los bulbos, y poco después se encendía una luz verde que reflejaba en una pantalla de vidrio los canales de las frecuencias citadas. Tenía también los controles para encender el tocadiscos, el cual se encontraba oculto y lo podías ver al abrir un cajón. Pues bien, me ponía a escuchar música del radio, y cuando descubrí los discos de vinilo, aprendí a colocarlos para escuchar música maravillosa de las grandes orquestas de la época.
Cuando mi madre me pillaba utilizando la consola, no me regañaba, tal vez al verme acostado en el piso, boca abajo y con las manos sosteniendo mi cara, le inspiraba ternura y por ello solía dejarme un buen rato escuchando música y después me pedía le avisara, para apagar el artefacto.
A mi padre también le agradaba la música, de hecho, tocaba varios instrumentos, su preferido era la guitarra clásica, él tuvo la oportunidad de estudiar, pues a mis abuelos paternos les fascinaba también todo lo relacionado con el canto y la música, de ahí que todos sus hijos sabían tocar un instrumento o cantar.
Por su parte, a mi madre le gustaba cantarme canciones de cuna, de ahí que mi oído musical se fuera afinando conforme me fui desarrollando física y mentalmente, y tal vez sean esos los antecedentes que podría explicar mi gusto por este arte.
En mi adolescencia traté de aprender guitarra, pero sólo logré algunos acordes para acompañamiento y en las reuniones, tocaba con algún amigo o familiar las baladas románticas; poco después un buen amigo contribuyó para que me gustara la música clásica y la ópera. Hoy mi guitarra yace guardada, tal vez algún día pueda aprender de verdad, para recordar viejos tiempos.
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