Heme aquí sentado, esperando la inspiración, hay demasiado ruido y a la vez demasiado silencio, y me pregunto ¿qué necesito en este momento para encontrar lo que tanto añoro? Y el sentimiento no se deja esperar, su energía atrae la atención alertando a mis oídos y después a mis ojos, y ahora te escucho y te veo llorar, y no sé por qué, y quiero ir a tu encuentro para consolar a tu espíritu angelical, de no sé qué; y cuando siento que a mí me lloras, y por ello me dan ganas de llorar también, siento que te lloro a veces por la alegría de saber que me puedes amar, y otras veces, por la tristeza de no poderte abrazar; porque a veces estas muy cerca o porque yo estoy muy lejos, porque estás presente en mi pensamiento o porque estoy ausente cuando me necesitas; de cualquier forma, de cualquier manera, porque te ignoro, o porque te imploro, en cualquier hora o en cualquier día, y si ambos nos hemos de amar, para poder sanar de aquello que yo pueda consentir como dolor, o sólo es la forma de mostrarme tu inconformidad, y tu aparente dolor es la manera de atraer mi atención para poder reprochar a quien te hace llorar.

Mira, quién lo diría, José Manuel, mi pequeño nieto, mi alegría, me has llevado a donde quería, a encontrarme en este espacio de soledad con quien te envía a mi encuentro, o ¿acaso estoy equivocado? y tu forma de mirarme, y de hablarme, no es la misma de aquél, que otras tantas veces está a mi lado, para hacerme sentir que soy su hijo amado.

Qué grande es la fe, sentir cómo la pequeña mano de mi nieto José tiene el poder de hacerme sentir la grandeza de mi Señor, en un momento, en el que insisto, me encuentro perdido.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com