Fue su encomienda eclesiástica, para decirlo en un lenguaje cortés, un ejercicio repleto de claroscuros.
Para muchos otros, la descripción es elgo menos decorosa: En su calidad de prelado, fue un ave de las tormentas.
Me refiero a Don Antonio González Sánchez, hasta hace un año aproximadamente, Obispo de Ciudad Victoria, cargo al que oficialmente renunció pero del que en realidad fue separado –en estos terrenos no se usa decir fue despedido– tras el escándalo de una declaración sobre el cubrebocas que en realidad sólo fue la gota que derramó el vaso para alejarlo del púlpito, en una decisión que elevó el tema al plano nacional e internacional.
Hoy Don Antonio ya tiene sucesor: Oscar Efraín Tamez Villarreal, procedente de Nuevo León, quien será el quinto presbítero que ocupará ese cargo desde que la capital tamaulipeca es sede de un Obispado.
Ya habrá tiempo de hablar de Don Oscar, hoy lo que ocupa a esta columna es tratar de medir cuán bueno, cuán malo, cuán gris o cuán brillante fue la trayectoria de González Sánchez: En una frase, qué hizo y qué dejó.
El caso de Antonio González Sánchez no es sólo de interés victorense; atañe a toda la Iglesia Católica del Estado y quizás del país por el desempeñó de un ministerio cuajado de contracorrientes: Fue amigo más que pastor de sus feligreses y fue compañero de andanzas de sus sacerdotes más que su jefe, algo difícil de ver en las parcelas de la fe. No parece mal hasta ahí.
Pero también fue y es un hombre en el sentido estricto de la palabra, género biológico al cual nunca renunció. Durante su labor teológica fue directo en el lenguaje, no se mordía la lengua para criticar en forma indirecta al celibato y trataba de mostrar recato –sin conseguirlo muchas veces– en el mundano placer de una buena bebida o de una agradable compañía. Nada fuera de lo común en un ser humano, pero nada usual en un sacerdote.
Si alguna vez tiene la oportunidad de leer una entrevista que le hizo al prelado la periodista Itzchel Moreno, no la deje ir. Es un fiel retrato de esa visión obispal, pintado a mano por la reportera.
Sí, cometió errores que le costaron el alejamiento de los sectores conservadores del catolicismo, yerros de los que en algunos casos deberá dar cuenta al Creador en su momento. El sabe lo que carga en su morral de viajero.
Y sin embargo, en la opinión de su servidor también dejó lecciones que deberían ser parte de la nueva conducta del catolicismo.
Dejó abierta la puerta para continuar el debate sobre el papel que juega un hombre o una mujer en el territorio de la fe; hizo a un lado los acuerdos en la oscuridad para mostrar en los hechos el papel que debe jugar la Iglesia en las necesidades y reclamos de la sociedad e inclusive en la política, sin quedarse en el cómodo sillón de las conciencias.
Hasta dónde se aprovechará o hasta dónde se olvidará lo que deja como herencia física y espiritual Antonio González no sólo para Victoria sino para su credo, aún está por verse, pero lo cierto es que si su obispado ha sido el más polémico, también ha sido el más terrenal.
Hay muchas maneras de agradar a Dios. Y no todas tienen que darse hincados frente a un altar, me dijo el ex Obispo en una ocasión. Que quede esa frase como su despedida…

NUNCA COMO AHORA
Durante muchos años, prácticamente desde la adolescencia, observé el fenómeno de la migración tanto nacional como de otros países, hacia los Estados Unidos.
Lo juro, nunca he vivido aunque sea a distancia y como espectador, un problema de ese tipo tan acentuado, tan complicado y tan mal tratado como ahora.
Hoy los protagonistas son haitianos, pero ví pasar por Tampico, sede de mis años mozos, a cientos o quizás miles de centroamericanos en ruta al vecino país. Nunca vi desórdenes, nunca vi hacinamientos y nunca vi persecusiones como las que hoy integran este escenario. De vez en cuando se sorprendía a algún grupo y era deportado o algunos de sus integrantes se quedaban a vivir en Tamaulipas o en estados cercanos.
¿Quién está fallando?
La respuesta parece tenerla sólo Dios, porque ninguna autoridad federal, estatal o municipal ha sido capaz de ordenar o por lo menos reducir esta crisis. Los primeros fingen demencia y los ayuntamientos se han sentado a llorar.
Preparémonos, todo indica que el problema seguirá creciendo y terminará por amenazar la seguridad de todos…

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