Soy y seré de los primeros en defender, difundir e impulsar las medidas, sean oficiales o particulares, de prevención contra el coronavirus.
Me mueve en esa convicción, la frase que Ernest Hemingway asienta en su libro Por quien doblan las campanas, en donde señala -lo cito parcialmente- “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad”.
Sin embargo, en apego a los fríos números me atrevo a exponer un escenario que sin ánimo alguno de minimizar la peligrosidad del Covid-19, nos puede servir en mi muy modesta opinión para medir en su real dimensión a los rivales -en mortandad- de ese virus y hacer a un lado la indiferencia con la que los tratamos.
Con su permiso, van los datos.
Para que el coronavirus pueda ser considerado no sólo un grave peligro de salud, sino una plaga de dimensiones casi bíblicas, la enfermedad se debe someter a dos pruebas. La primera es la del tiempo y la segunda la de las cifras.
En el primer caso, es obvio que debemos esperar a que quede atrás -eso esperamos todos- la contingencia sanitaria que hoy prevalece, para valorar el saldo negativo que haya dejado y las posibilidades de la misma de seguir causando daño en los meses subsecuentes. Prácticamente de acuerdo a las autoridades en el ramo, perdurará durante todo el 2020.
A la luz de ese balance, el Covid-19 se enfrentará a su segunda prueba para ubicarse en la escala de riesgo para la humanidad: El rigor de las cifras, en relación con sus contrincantes más letales en México, en donde no incluyo a las muertes violentas derivadas de la delincuencia organizada, sino a otras amenazas biológicas que por desgracia son hasta ahora mucho más mortíferas.
Estos son los números de causas de muerte prematura por año, que en función de sus estragos en los mexicanos hasta hoy hacen palidecer al coronavirus.
Problemas cardíacos: de 140 mil a 142 mil fallecimientos. Casi 400 muertes diarias.
Diabetes: De 106 mil a 108 mil. En promedio 300 mueren cada 24 horas.
Cáncer: De 75 mil a 80 mil (Pulmonar por tabaquismo, el más frecuente). Alrededor de 222 al día.
Accidentes cerebrovasculares: Poco más de 100 mil, de acuerdo a la Facultad de Medicina de la UNAM, que significan 277 fallecimientos cada día.
Neumonía: Asociada con infecciones respiratorias agudas (IRA) llegaron en 2018 a 28 mil 305. Casi 78 víctimas mortales cada 24 horas.
Cada día, si suma sólo esos casos, pierden la vida 877 mexicanos. En un mes ,ás de 3 mil. Para llorar, sin exageraciones.
Y un dato brutal, En el mundo mueren por neumonía cada año, sin ser considerada ésta ni por asomo pandemia, entre 800 mil y 900 mil niños menores de 5 años. Más de 2 mil pequeños cada día.
Para no abrumar más con estas tétricas cifras, por alcoholismo pierden la vida en México alrededor de 24 mil personas en eventos derivados de su consumo, sin respetar si son niños, jóvenes o adultos mayores.
¿Conoce usted un estado de emergencia nacional que se haya generado por las muertes que estas enfermedades han dejado en nuestro país?
Si acaso la diabetes merece un programa especial, pero no sucede lo mismo para reducir los fallecimientos por cualquiera de los otros males mencionados. Tiempo ha que las campañas contra el tabaquismo son historia y la lucha contra el alcoholismo sólo se ve en retenes recaudatorios.
Así que bienvenidas las medidas contra el Covid-19, ojalá todos las observemos y ayudemos a salvar vidas junto con la nuestra. Ojalá que tomemos conciencia de su alta peligrosidad y acatemos las instrucciones oficiales para protegernos.
Pero por favor, con la misma intensidad, también hagan algo porque mueran menos mexicanos diabéticos, menos enfermos cardíacos, menos niños por neumonía y menos víctimas del consumo salvaje de alcohol.
¿O qué, esas decenas de miles de muertes cada año por otras enfermedades no valen lo mismo que las vidas perdidas por el coronavirus?…
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