Hay un momento en la vida en el que nos detenemos a reflexionar y nos preguntamos sobre las condiciones de salud que tendrá nuestro cuerpo al entrar a la etapa final de nuestra vida. En principio, el enfoque de la mayoría de las personas se centra en nuestra apariencia física, y optamos por estrategias de rejuvenecimiento cosmetológicas, y, no está mal; sin embargo, lo que también debe importar es una planificación integral sobre técnicas que contengan un conjunto de hábitos que como bien sabemos incluyan una dieta equilibrada, hacer ejercicio, disminuir el estrés y dormir adecuadamente. Aunque para conseguirlo, es indispensable tener disciplina, constancia y voluntad.
Desde el siglo XIX, la esperanza de vida ha ido en aumento, diversos estudios han demostrado que avances médicos, científicos y tecnológicos han permitido que esto suceda. Podemos encontrarnos en la actualidad personas que pasan de los 90 años que se encuentran en perfecto estado de salud. Un estudio publicado en el año 2021 en “Demographic Research” donde se trató de “prever la edad máxima que podría tener un ser humano en el año 2100”. Los resultados fueron impactantes, los investigadores de la Universidad de Washington determinaron en su estudio que: “en el año de 2100, al menos hasta los 126 años es de un 89 %, que llegue a los 128 de un 44% y que alcance unos sorprendentes 130 años de un 13 %”. Aquí surge la pregunta clave ¿qué calidad de vida tendremos en esa edad?
El escritor Dan Buettner realizó una investigación sobre cinco lugares en el mundo conocidos como las “Zonas Azules”: Cerdeña en Italia, Okinawua en Japón, Loma Linda en California Estados Unidos, Icaria en Grecia y Nicoya en Costa Rica. Durante su recorrido por estas regiones, descubrió una longevidad excepcionalmente alta, donde muchas personas superan los 100 años de vida. Estas zonas tienen en común un estilo de vida saludable que consiste en el consumo prolongado de agua mineralizada, una dieta basada en una alimentación natural y rica en fibra, legumbres, cereales y grasas saludables que contribuye a la prevención de enfermedades crónicas como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Además, la actividad física está integrada en la vida diaria de forma moderada pero constante. Sus habitantes mantienen relaciones sociales sólidas, gestionan el estrés de manera efectiva, evitan hábitos perjudiciales como el consumo excesivo de alcohol y priorizan el descanso, el bienestar emocional y un fuerte sentido de propósito en la vida.
Estos hábitos demuestran que vivir más tiempo no solo depende de la genética, sino de un estilo de vida equilibrado, el cual permite estar en condiciones favorables en el tramo final de la vida.
La búsqueda de la eterna juventud es un anhelo constante que ha acompañado a la humanidad, desde la antigüedad hasta nuestros días. No obstante, el envejecimiento es algo inevitable. Explicado de manera sencilla, es un proceso biológico en el que nuestro organismo disminuye su capacidad de regeneración celular. Como consecuencia, se produce el deterioro gradual del funcionamiento de nuestro cuerpo.
La “zona azul” no es solo un lugar en alguna parte del mundo, sino un concepto que cada uno de nosotros puede construir en el lugar donde vivimos. Se trata de un proyecto a largo plazo que, para lograrlo, no requiere medidas radicales ni intervenciones extremas. No necesitamos medicamentos agresivos, ni ejercicios que, mas allá de sus beneficios, puedan causarnos lesiones, ni dietas estrictas que comprometan nuestra salud. En cambio, este proyecto se basa en reducir el estrés, mantener una dieta saludable – en la medida de lo posible, reduciendo el consumo de alimentos procesados y azúcar-, cultivar relaciones personales amistosas, fortalecer nuestras emociones y despertar cada día con un propósito claro en la vida. Este enfoque equilibrado y sostenible es lo que realmente nos permite crear nuestra propia “zona azul”.
Encontrar el equilibrio en cualquier aspecto de nuestra vida es importante. En este caso, mantener un buen estado de salud no es difícil de lograr; lo verdaderamente complicado es sostenerlo a lo largo del tiempo. El secreto radica en convertirlo en un hábito, en un estilo de vida que se construye con constancia, paciencia y pequeños esfuerzos diarios. Vale la pena intentarlo, especialmente como propósito de Año Nuevo.