Ya lo he dicho anteriormente, la Iglesia Católica en la Liturgia celebra la salvación realizada por Jesucristo, por medio de su muerte y Resurrección. Y esta Liturgia tiene un ritmo que se llama “Año Litúrgico” que inicia con el tiempo de Adviento, que es preparación a la celebración de la Navidad, que es celebrar la Encarnación del Hijo de Dios en la Persona de Jesucristo por medio de María Virgen. De hecho Adviento quiere decir “venida”, es decir, prepararnos a la venida del Hijo de Dios. Y hoy se celebra el primer Domingo de este tiempo de Adviento.
Es importante que el texto del Evangelio que se proclama en la misa de este domingo, Lc 21, 25 – 28. 34 – 36, no se vea como una predicción del futuro y el anuncio inminente del fin del mundo. No es así; el lenguaje apocalíptico que el evangelista adopta no tiene la mínima intención de predecir el futuro de la humanidad. No importando si es historia pasada o presente, san Lucas quiere dejar en claro lo que sucede cuando Dios no forma parte de la vida de los seres humanos y cómo, por el contrario, se puede transformar cuando irrumpe en ella el Hijo del hombre, y se le deja entrar en la vida.
Los creyentes de las comunidades cristianas del siglo I, como los de cualquier otra época, se han enfrentado a muchas adversidades y experimentado situaciones terribles que encaja en las palabras de Jesús,, pero en ningún caso, por muy realista que parezca, el mundo ha dejado de existir, no así el ser humano.
Las decisiones que toma el ser humano con el libre albedrío implican todo tipo de consecuencias, positivas y negativas, como la muerte, las guerras y los desastres ambientales; pero todo depende de cómo se oriente esa libertad y con qué se alimenta el espíritu del ser humano: matar, robar, mentir, deshonrar, codiciar, despreciar al hermano, es reflejo de un corazón vacío y marchito. La tierra erosionada, los bosques devastados, las plantas estériles, los mares contaminados, los ecosistemas alterados, el medio ambiente trastornado son, en conjunto, la terrible consecuencia del actuar humano, preocupado por satisfacerse a sí mismo, olvidándose del Dios creador enamorado de sus creaturas.
El Adviento es la oportunidad para detenernos por un momento y mirar hacia atrás; es el tiempo oportuno para preguntarnos si queremos seguir viviendo así o deseamos cambiar. Las “señales prodigiosas” a las que se refiere san Lucas no son otra cosa que los “signos de los tiempos”, los de cada época y circunstancia, que debemos leer y saber leer con el lenguaje de la propia historia y del contexto. Es el tiempo para abrir paso a lo que está por venir y disponer la vida para ello.
Por eso Jesús nos advierte: “Estén alerta, para que los vicios, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos”.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa: “Concede a tus hijos, Dios todopoderoso, el deseo de salir el encuentro de Cristo, que viene a nosotros, para que mediante la práctica de las buenas obras, colocados un día a su derecha, merezcamos poseer el reino celestial”.
Que todos preparen su corazón para recibir al Dios hecho hombre, ya que eso es Navidad.
La venida del Hijo de Dios
Ya lo he dicho anteriormente, la Iglesia Católica en la Liturgia celebra la salvación realizada por Jesucristo, por medio de…