¿Qué papel viene a desempeñar en la vida de toda persona la posibilidad de realizar un trabajo, una actividad con la que se busca satisfacer las necesidades para alcanzar un nivel de vida pleno, mantenerse activo y productivo, pero principalmente sentirse autosuficiente, útil, necesario?

Siempre me he preguntado por que la jubilación marchita la vida de los adultos. Porque en lugar de ir al encuentro de lo que debiera ser la mejor etapa de su existencia, termina por deprimirlos, y poco a poco van perdiendo la ilusión y el entusiasmo; lejos de vivirla como un logro, una conquista, se transforma en una de las pérdidas más difíciles de superar.

Que sucede pues en esa rutina de ir y venir todos los días, cumpliendo con ahínco una responsabilidad que permite darle valor a nuestro tiempo, y que en muchas ocasiones nos obliga a enfrentar situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación y resistencia, para resolver los contratiempos que impiden obtener de forma inmediata los resultados deseados.

Sin lugar a dudas, es la actividad laboral el eje sobre el que gira la mayor parte de nuestra vida. Es en torno a ella que definimos nuestros horarios y distribuimos nuestro tiempo, fijamos objetivos, priorizamos actividades y organizamos los compromisos sociales y familiares, pero, sobre todo, desarrollamos una imagen de nosotros mismos, como personas emprendedoras, exitosas.

“El trabajo dignifica al hombre”, dijo Carl Marx en el siglo XIX. Lo hace sentirse valioso, capaz, digno. Si bien se percibe un salario, hay sentimientos que lo complementan; se entiende que lo que se recibe es la recompensa al esfuerzo realizado, es parte del proceso de la realización personal, es la satisfacción de construir con nuestro empeño el camino deseado.

Pero tener presente por qué y para qué se trabaja, hace que la jornada laboral tome otra dimensión, mantener presente nuestros objetivos y perseverar por alcanzarlos, nos permite enaltecer el esfuerzo requerido, aunque a veces llegue a implicar sacrificios; ponemos al servicio de los demás nuestras capacidades, nuestros conocimientos y habilidades; trascendemos a lo social nuestra inteligencia y sensibilidad; y unimos voluntades para alcanzar metas superiores.

Es formar parte de un engranaje que mueve al mundo y que nos rodea de una energía creadora que despierta nuestra capacidad de dar lo mejor de nosotros mismos. El trabajo honesto, constante, siempre nos dará frutos. No hay nada más reconfortante que sentir la satisfacción de conseguir lo que queremos y necesitamos por nuestra propia tenacidad y proporcionarle a nuestra familia el nivel de vida que deseamos.

Hacer, y hacer bien nuestra labor, nos llena de reconocimiento y valía ante nuestros jefes y subordinados, ante amigos y familiares, pero sobre todo ante nosotros mismos. Buena parte de la evolución física, mental y social del hombre se debe a las actividades productivas y a la generación de riqueza, a la innovación, al ánimo con que se acogen las tareas cotidianas.

William Shakespeare decía “si todo el año fuese fiesta, divertirse sería más aburrido que trabajar”; sin duda creo que el ocio, agota más que el esfuerzo recompensado. Es en el cumplimiento de nuestra faena donde alcanzamos los momentos más álgidos de nuestra realización personal, los sentimientos de satisfacción, autoestima y suficiencia, que nos permiten valorarnos y reconocernos como personas útiles, autosuficientes e independientes.

Mantener la mente ocupada en algo productivo nos aleja de las preocupaciones y emociones negativas, nos permite enfocarnos en nuestras tareas ordinarias como una terapia ocupacional que nos asegura una salud mental; nos exige cumplir con una rutina que requiere planeación y constancia, entrega y voluntad, capacidad para tomar decisiones y llevar a cabo acciones que nos posibiliten llegar a un fin determinado.

Cumplir con la responsabilidad de un trabajo, nos hace comprometernos, crecer; nos obliga buscar los medios para alcanzar nuestros sueños, nos convoca a ser solidarios, a trascender al otro en todas las enseñanzas y aprendizajes que compartimos, a crear comunidad. A vivir con dignidad el esfuerzo cotidiano por superarnos.

Si bien es cierto, estamos llegando a un punto en el que buena parte de las actividades productivas del ser humano están siendo mecanizadas, reemplazando la mano de obra y provocando mucho desempleo, nuevos retos habrán de enfrentar las futuras generaciones porque, aunque el trabajo como tal no desaparecerá, cada vez se les exigirá más especialización, más creatividad, más inventiva.

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