En el ritmo de la Liturgia de la Iglesia Católica la semana pasada finalizaba al Tiempo Pascual. No obstante, se puede pensar que el Tiempo Ordinario se retoma de un modo progresivo, ya que este domingo se celebra a la Santísima Trinidad, y el próximo jueves está dedicado al Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Las dos solemnidades se pueden considerar como un eco de la Pascua, en la que se ha celebrado la acción poderosa del Padre celestial, la entrega generosa del Hijo, actualizada sacramentalmente en la celebración Eucarística, y la donación siempre renovadora del Espíritu Santo.

Jesús ha revelado un Dios Trinitario. La esencia teológica del misterio trinitario está expresada en la eucología de este domingo.
El prefacio de la misa dominical se presenta como un pequeño tratado del resumen de la fe en la Trinidad: “un solo Dios, no en la singularidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia, sin diferencia ni distinción, tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad”.

El primer rasgo de Dios, que presentan las lecturas de la misa de este domingo, es que Él ha creado el mundo por medio de su Sabiduría.

El culmen de la creación es Jesucristo. En Él se ha revelado todo el amor del Padre celestial. En Él y en su Espíritu y en la fuerza del Espíritu se encuentra la paz, la reconciliación, el acceso a Dios Padre, la esperanza que da sentido a la vida y permite superar las dificultades de cada día.

En el texto evangélico de este domingo se confirma de un modo más profundo la admirable intercomunión que existe entre las tres divinas personas. El Padre celestial ha enviado a su Hijo, que dice: “Todo lo que tiene el Padre es mío”, y que enviará al “Espíritu de la verdad”, para que guíe “hasta la verdad plena”, en la cual comunicará lo que haya oído de Cristo mismo.

Todo ésto puede parecer una doctrina muy elevada, sin embargo, no se debe olvidar que Dios nos quiere llenar de su fuerza y de su vida. Dios es cercano, viviente, nos conoce y nos ama.

Fue Cristo quien reveló que hay un solo Dios en tres personas divinas, que “no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios”.

El misterio de la Santísima Trinidad “es el misterio central de la fe y de la vida cristiana”.
Todos somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad.

Vivimos, bajo el signo de la cruz, “en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.