Haciendo acopio de material para mi tesis de maestría en políticas públicas comparadas, llegué hace unas semanas a un libro ciertamente interesante, de un autor al que también lehe comenzado a seguir la pista. Se trata de La plaza y la torre. El papel oculto de las redes en la historia: de los masones a Facebook, de Niall Ferguson, aparecido en 2018.

Originario de Glasgow Escocia, Ferguson es historiador formado en la Universidad de Oxford y profesor en infinidad de instituciones de alto prestigio como las universidades de Cambridge, Nueva York, Harvard, Londres y Stanford. Su especialidad es la historia económica y financiera, así como la historia universal vista desde el particular y peligrosopunto de vista del imperio británico, que, como dijera Jorge Abelardo Ramos y entendió siempre Vasconcelos, es el máximo divisor común de América Latina, razón por la cual es necesario considerar todas las reservas al alcance.

Su trabajo, en todo caso, es vasto y riguroso, además de polémico y provocador. Uno de sus libros más leídos fue War of the World (La guerra del mundo), de 2006, en donde hace una reconstrucción de la historia del siglo XX vista desde la sucesión de conflictos bélicos que terminarían configurando nuestra época como lo que él denomina Edad de Odio de la Historia. En 2015, publicó el primer tomo de la biografía de Henry Kissinger ni más ni menos, el gran y –sobre todo– polémico estratega de seguridad nacional de la presidencia de Richard Nixon.

La plaza y la torre es una reconstrucción de la historia humana explicada en función de la pugna eterna entre dos tipos de instituciones, o más bien de organización social, a partir de cuya colisión se pueden comprender, desde un nuevo enfoque, lo que vendría siendo el motor de la historia, para decirlo en la terminología de Carlos Marx.

Por un lado, están las instituciones jerárquicas, representadas por “la torre” en el título del libro, que son aquéllas a través de las cuales los sistemas de poder se constituyen como criterios fundamentales para la definición de un orden político y social concreto; por otro lado, están las redes sociales –representadas por “la plaza”– , entendidas tanto en su sentido sociológico, es decir, como formas de organización social en grupos, clanes, sociedades, clubs, partidos, etc., como en su sentido tecnológico: las “redes sociales” entendidas como el conjunto de aplicaciones en la red para la comunicación global que todos usamos hoy en día (Facebook, Twitter, Instagram, etc.). Por eso el subtítulo conecta a las redes en su sentido tradicional (la masonería) con su sentido contemporáneo (Facebook).

La tesis del libro es que los ciclos históricos se van definiendo en función de un estira y afloja entre el orden sostenido por las instituciones jerárquicas y el paulatino y gradual socavamiento de dicho orden que se ejecuta mediante la propagación de las redes (sociales, políticas, secretas, etc.), llegando a puntos concretos en los que el nuevo orden configurado por tal socavamiento termina siendo estabilizado por una nueva jerarquía (la red de antes pasa a convertirse en jerarquía), dando así fin al ciclo para volver a comenzar.

A través del libro, lo que va haciendo Ferguson es definir los contornos de una suerte de teoría de las redes que perfectamente podría utilizarse como tercera vía entre dos extremos utilizados para interpretar la historia: o bien como la obra de grandes hombres o figuras, o bien como obra de masas anónimas como la clase obrera entendida como vanguardia de la humanidad; para Ferguson no se trataría ni de lo uno (grandes hombres, héroes) ni de lo otro (masas anónimas), sino de algo intermedio: los grupos o redes, y su interrelación, es lo que en realidad va definiendo la trama y urdimbre del telar de cada época.

* La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.