Triste afán es el de los fracasados, que a todo le ven problema, todo se les hace poco y nadie puede estar a la altura de sus perspectivas. He tenido amigos ricos, he tenido amigos pobres, los que han merecido mi amistad los tengo conmigo, y aquellos que sólo se acercaron a mi vida y vieron algo en mí que no pudieron soportar, simplemente partieron para quedarse en el mismo lugar, esperando a que pasara otro personaje con luz del que se pudieran colgar, y volver a repetir su inconformidad para dejarse caer de coraje al sentir que la oportunidad del viaje les implicaba tener que trabajar con honestidad y coraje.
He sido testigo de cómo muchos de los que escupen para arriba, les cae la saliva en la cara, cuando sin tener argumento que apuntale su punto de partida, juzgan sin ningún miramiento al que busca abrirse camino en la vida, evidenciando con ello el nocivo efecto de su envidia, origen real de su mal carácter, porque nunca serán quienes puedan dar la medida, para ser un honesto y distinguido guía.
La libertad de expresión es un derecho bien ganado en nuestra amada nación, pero, en ocasiones, se usa de forma por demás indebida, pensando que al manifestar nuestro gran desagrado, podemos mejorar la angustiosa situación promovida por nuestra mala visión de lo que debe ser la política de estado; no olvidemos que en el barco de la corrupción todos hemos participado, al menos, sumándole más mentiras a las historias de vida, para llenar al pueblo de intrigas que generen animadversión.
Si queremos contribuir al progreso de nuestra querida nación, pensemos mejor con la cabeza, porque si lo hacemos con el corazón, cuando se requiere de buen juicio y fortaleza, nos podemos llevar a una gran desilusión.
Correo electrónico: enfoque_sbc@hotmail.com