Salió de la casa de su primera novia, a sus 17 años juró ahí en el portal de esa vivienda amor eterno, ella sonrió y lo besó apenas con el roce de los labios al juntarse, fue tanta la emoción, que al retirarse cruzó la avenida sin percatarse de que un camión urbano de pasajeros venía a exceso de velocidad, sin proponérselo cumplió su promesa de amor eterno.

La vida a veces es tan rápida, que el ser humano no alcanza a comprenderla.

A Marcelo Ebrard Casaubon lo conocí en la Ciudad de México, él era el Secretario de Gobierno del entonces Departamento del Distrito Federal, cuando el Regente era Manuel Camacho Solís.

En 1992 llegué como Asesor de Héctor Hernández Llamas en SOCICULTUR, dependencia del gobierno capitalino en la promoción de la cultura y cuidado de los espacios culturales, por ello, Héctor me envió al Museo de la Ciudad de México para reorganizarlo administrativamente y reorientar su guion museográfico.

La restauración de la Fuente de la Sirena, del Palacio de Santiago de Calimaya que albergaba al Museo, me dio la oportunidad de conocerlo, hombre sensible que gusta del arte y la cultura. Durante los trabajos de restauración, sorpresivamente llegaba a constatar los adelantos regularmente.

Igual lo hacía Manuel Camacho, aunque en diferentes horarios, hasta que me acostumbré a bajar apresuradamente las escaleras para poder atender a tan distinguidos visitantes al museo.

Me dio gusto leer el libro “El Camino de México” de Marcelo, físicamente todavía no lo tengo, pero en su versión digital a pesar de la letra tan pequeña, me pude aventurar a ver que mostraba de la imagen personal que yo tengo de Ebrard y les puedo decir que refleja el libro exactamente lo que es él.

Su libro recorre su infancia y su formación, sus influencias familiares y las primeras reacciones a las políticas progresistas, esas que marcaron su vida para siempre y que terminan siendo su mayor activo.

No rehúye el pasado, sabe perfectamente que lo acompañará siempre, no tiene por qué ocultarlo, fue parte de su preparación y lo asume como la oportunidad de adquirir un bagaje, que en el futuro le será útil.

Los avatares de la vida los reseña como anécdotas simplemente, pero se da tiempo para mostrar el poder de la política, desde lo positivo hasta lo negativo, cualquiera es susceptible a cometer errores, él lo sabe y lo consigna, el Estado también se equivoca, lo vivió y lo reseñó sin cargar con culpas ajenas.

Emotivo el relato de su suma a la cruzada de AMLO, que muestra como un líder se suma a otro para fortalecer los ejes de un vehículo que llevará a la Esperanza hasta el Palacio de Gobierno de la nación, no importa el tiempo de espera, en el camino se pueden encontrar muchos obstáculos, pero la visión de un mejor país, supera con creces las dificultades vividas.

Ebrard demuestra en su libro que no le teme a nada, ni a la inseguridad del D.F. ni a las curvas peligrosas de la línea 12 del metro, en ambos temas que no rehúye, expresa su verdad, así escuetamente, “Mi Verdad”.

Por ello se muestra generoso, humano y agradecido con Rosy, pieza fundamental en su equipo de trabajo de tantos años de lucha y sacrificio, se reconoce preparado, pues sus estudios de Relaciones Internacionales fueron fundamentales para obtener el cargo de Canciller y que su habilidad política le ha permitido negociar con éxito con el país más poderoso del mundo, pero también en esta nueva relación con los Estados Unidos, tener una policía exterior propia, que incluye incluso llevar a juicio a los fabricantes de armas de aquel lado de la frontera.

Sin duda está preparado para lo que sigue, tiene la convicción de que México está destinado a la grandeza, y lo dice abiertamente, sabe que la clase media es el basamento en donde debe asentar sus aspiraciones y sabe cómo hacerlo, el próximo presidente de México, emanará de la IV Transformación de eso nadie duda, pero de todos los aspirantes internos ninguno tiene LA PASION DE MARCELO.

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