Estoy sentado en uno de los dos escalones que conducen al portal, son las 5 de la tarde, y apenas hace 2 horas terminé de comer, estoy viendo detenidamente la malla de alambre que aísla, a esa parte de la casa grande, del patio, el viento tibio que se cuela entre las plantas colgantes y llega a mi cara como una suave caricia, ejerciendo un efecto inductor del sueño, y yo me resisto a cerrar los ojos porque no es por casualidad que me fui a sentar en ese lugar, el acontecimiento que está por ocurrir es un tanto irreal, poco a poco siento la presencia de la energía que se desprende de los cuerpos de quienes horas antes pasaron por ahí o realizaban alguna tarea propia del hogar.
De estar solo, poco tiempo después llega mi abuela Isabel y se sienta junto a mí, no dice nada, se me queda mirando y sonríe, después saca de la bolsa de su delantal de cuadros, de dos tonalidades de color café, un peine; extiende su brazo, y tomo el peine de su mano y empiezo a pasarlo por su largo cabello entrecano, me doy cuenta que disfruta la acción, después me dice que si sé lo que estoy haciendo en el portal, le contesto que me gusta sentarme ahí a la misma hora de siempre, que algo me atrae y el silencio que se vive a esa hora de la tarde, me permite estar en un estado entre dormido y despierto, y siento cómo va llegando esa energía que tiene tal fuerza, que logra conformar las siluetas, seguramente de los cuerpos que la contienen; le aseguro haber visto la suya, portando en la mano una regadera de lámina cuando por la mañana de algún día, regaba sus plantas en ese portal de ensueños.
La abuela me mira, sus ojos tienen un brillo muy especial y me dice: Ahora podemos sentarnos juntos en el portal, a la misma hora de siempre y ser testigo de la existencia de la otra realidad; ¿de la otra realidad? -exclamé sorprendido- Nuestro cuerpo, dijo, es como una gran batería, recargable, la primera energía la obtenemos de nuestra madre, y cuando empezamos a valernos por nosotros mismos, ya podemos absorber la energía de otras fuentes como el sol, el aire y el agua, hay muchas otras cosas que podrás saber conforme vayas madurando espiritualmente, por hoy confórmate con saber que no todo lo que tus ojos puedan ver es permanente, tu mente tiene la capacidad de mostrarte sólo aquello que tengas que saber por ahora.
Llegada las 6 de la tarde, mi abuela se levantó de aquel escalón y se marchó para seguir realizando sus tareas domésticas, mientras yo me preguntaba si toda esa conversación sólo era producto de mis fantasías o en realidad había tenido aquella charla tan sorprendente.
“No dejes dormir a tu mente, cuando debes estar despierto” (SBC)

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