Me encontraba caminando entre una multitud, cuando de pronto, sentí que me llegaban vibraciones a través de la mirada de aquellos que algo veían que irradiaba de mi cuerpo y que atraía su atención; algunos me seguían hasta perderme de vista, otros, simplemente no podían sostener el silencioso diálogo por más de unos segundos, porque una cosa es la curiosidad y otra, la intensión de recibir algo, tal vez el mensaje que esperaban. Algunos preguntaban ¿quién soy? los más confundidos decían ¿quiénes somos? o ¿qué estamos haciendo aquí? Pero lo mismo, ninguno se detenía a esperar la respuesta, entre más avanzaba, más miradas recibía; los ancianos por lo general preguntaban: ¿A dónde iré? o ¿cómo sabré si voy en el camino correcto? Sin que lo deseara, seguía sintiendo la llegada de esas vibraciones y a la vez me preguntaba a mí mismo: ¿Por qué me preguntan a mí?
No, no fue un sueño, pero llegué a pensar si aquel silencioso ruido era acaso producto de la fatiga; tal vez sólo imagine que estaba sucediendo lo que parecía salido de una película de ciencia ficción, tal vez me había dejado influenciar por algún recuerdo cinematográfico que escapó de mi subconsciente, pero fenómeno real o sugestión, me puso a pensar si entre los seres vivos, existe una comunicación que en otro tiempo o en otra dimensión utilizamos, o si estaba ante el hecho de que muchas personas que regresan al mundo después de la transición vida-muerte a la renovación por la nueva vida, sin desearlo y sin esperarlo dejan escapar de su convencional silencio las vibraciones que delatan que han tenido otras vidas, pero que por considerarlo inapropiado, para integrarse a una vida nueva, no pueden recordarlo.
“Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre: ¿crees tú esto? (Jn 11:25-26).

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