Me parece importante volver a decirlo: para los creyentes que participan de la misa dominical la Palabra de Dios que se proclama y se escucha en la celebración de la misa dominical es fuerza, es luz, es criterio de vida, es fortalecer la fe.

En el texto evangélico de este domingo Lc 11, 1 – 13, aparece la petición de los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”. Los discípulos
llevaban tiempo con Jesús: habían visto cómo él se relacionaba con Dios, su Padre; y descubrieron que orar es esencial en la vida de los discípulos.

Por eso partiendo del texto evangélico de este domingo los creyentes deben reflexionar que deben hacer un espacio en su día a
día para la oración, y que orar es un camino en el que se va aprendiendo, avanzando. Por eso también hoy los creyentes deben pedir a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”.

La oración es un diálogo de amistad con Dios. Santa Teresa la definía como “hablar de amistad con quien sabemos que nos ama”. De
modo que la oración es la relación del creyente con Dios, es el medio por el cual se abre a la trascendencia.

Hay muchas formas de orar. La oración no es sólo recitar fórmulas establecidas o pedir a Dios cuando se tiene una necesidad: se ora cuando se escucha a Dios a Dios, cuando se lee su Palabra, cuando se intercede por otras personas, cuando se alaba a Dios, cuando se glorifica a Dios, cuando se dedica un tiempo a la contemplación o meditación, cuando se participa en las celebraciones litúrgicas.

De las lecturas de este domingo se desprenden tres características de la oración: orar con confianza, orar para interceder, orar sin desfallecer.

En primer lugar, se encuentra una invitación a orar con confianza. Abraham se dirige a Dios con toda confianza, como quien habla con un amigo, como lo dice el salmo, siempre que se le invoca, Dios escucha.

En segundo término, en los dos ejemplos de oración que se encuentran en las lecturas, en la primera y en el Evangelio, está
presente la intercesión: Abraham pide clemencia por los habitantes de Sodoma; el amigo que llama a la puerta pide pan para su visitante, que ha llegado de viaje a medianoche. Así en la oración se intercede unos por otros, pensando en el bien de los demás.

Por último, una de las características esenciales de la oración es la constancia: Abraham tiene un diálogo insistente con Dios; Jesús invita a orar sin desfallecer: “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca se le abre”.

Se puede orar con palabras del Salmo 137: “Te damos gracias de todo corazón. Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos , nos oíste y nos llenaste de valor”.

Que la paz, el amor y la alegría del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.