Hay veces que despierto por las mañanas y no me duele nada, entonces me pregunto si lo que me pasa está sólo en mi imaginación; pero, de lo que sí estoy seguro, es que algo me habría de doler por el desgaste natural que sufre el cuerpo, ya sea de tanto andar, ya de mover los brazos al implorar a Dios para que reine la paz en nuestro amado territorio. Y es que para sustos no tiene uno, hay tantos motivos para estar angustiados, que a cualquiera se le va el sueño. Reconocer que las cosas no van bien, es el sentir de algunos de los que dicen que antes les iba bien y ahora han empezado a padecer; la verdad es que el clamor general ya se empieza a escuchar hasta el otro lado del supuesto muro, que por cierto, nunca nos ha podido aislar del resto del mundo.
Hay veces que despierto por las mañanas y me siento muy feliz, eso pasa sobre todo, cuando logré dormir un poco más de lo que acostumbro, y mejor me va, cuando mis sueños son tan fantásticos, que en ellos puedo ver, hablar, escuchar y hasta sentir a todos aquellos con los que me gusta estar, entre ellos, algunos cuyo cuerpo material regresó a la tierra, pero antes liberó al espíritu inmortal que puede estar en cualquier lugar, ese que todos poseemos y donde no hay maldad, mucho menos ambiciones mezquinas que puedan arruinar nuestro futuro; ese que nadie puede conocer estando vivo, de ahí que muchos insistan en disfrutar del presente a como dé lugar, porque aseguran que vida sólo hay una, y piensan además, que todo termina en la muerte; de ahí que juegan a diario con su suerte y se arriesgan de verdad a acelerar el proceso que tiene un tiempo para madurar.
Hay veces que despierto cuando estoy en mi trabajo y no vaya a pensar que es porque me quedo dormido, la presencia de mis hermanos en Cristo me hace despertar, a veces me dicen que a mí no me duele nada, me pregunto entonces, cómo me verán, si me ven mejor de lo que estoy, por ello les doy la gracias, siempre es satisfactorio escuchar que además de reflejar una buena salud, aún cuento con la voluntad y la vocación para poder servir a los demás.
Hay veces que despierto de mi sueño, en donde suelo, por gusto, quedarme dormido, para así soñar lo que quiero, despierto sintiendo una jovial vitalidad y con ello, siento la seguridad que soy dueño de todas mis emociones, y eso confirma mi entera libertad para soñar.
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