El ahora Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, me recuerda enormemente a un compañero de aula, en la ya lejana secundaria.
El tiempo me ha hecho olvidar su apellido, pero no su nombre y mucho menos el honorable apodo que ese alumno se ganó a pulso:
Enrique, “El Químico”.
No radica la evocación en el parecido físico entre ellos, sino en una lección de vida que me dejó ese amigo de la adolescencia en el añorado ETIC 98 de Ciudad Madero. Si me permite la referiré.
Era Enrique un estudiante destacado, sobre todo en la materia que le valió el sobrenombre mencionado. Un día al terminar la clase, mientras bajábamos por las escaleras, Daniel, otro amigo, le preguntó que si era muy difícil sacar un “10” en Química, una de las asignaturas “duras”.
Enrique nos miró a todos los que esperábamos su respuesta y nos dejó una frase que nos marcó:
“Lo difícil”, dijo, “no es sacar un 10; cualquiera lo puede sacar si le echa ganas o tiene suerte, lo que pesa, lo que está cabrón, es mantenerlo”, dijo.
Vaya lección.
¿Qué tiene que ver “El Químico” con Andrés Manuel?
En mi percepción, López Obrador se sacó un “10” al ganar las elecciones. Tal vez lo logró por su habilidad –que no es lo mismo que inteligencia– tal vez lo alcanzó por pura suerte o tal vez porque se benefició como muchos dicen con el enojo social, pero como bien señaló “El Químico”, cualquiera puede sacar algún día esa calificación en lo que haga si se esfuerza.
El problema será para él, volver a sacar el “10” en lo que realice a diario ya como Presidente.
Lo difícil será ser un mandatario de excelencia cada semana, cada mes, cada año, en las decisiones que tome y en las acciones que ordene. Si se retoman las palabras crudas de Enrique y con una disculpa por la rudeza de las mismas, se valora el tamaño de los problemas nacionales y las expectativas creadas por el tabasqueño con sus promesas, “va a estar cabrón”.
Es necesario, indispensable para los mexicanos y sobre todo para quienes votaron por él, poner los pies en la tierra.
López Obrador no resolverá las fallas de México y de sus gobiernos en un mes, ni en un año. Vaya, si logra reducir las contingencias del país en una tercera parte en sólo seis años, merecerá, lo digo sin rubor, un monumento.
Hay que pisar en firme. Debe quedar claro que las buenas intenciones jamás han sido la receta para resolver problemas o prevenirlos. De ellas, como asienta un viejo refrán, están llenos los panteones y por lo tanto sirven para nada.
En lo personal le deseo al Presidente Electo la mejor de las suertes, porque sí la fortuna le sonríe de alguna manera algo rebotará hacia el resto de quienes somos hijos de esta bendita patria. Un político sin suerte, dicen, va a la muerte. Política, por supuesto.
Pero –ojalá no existiera ese pero– esperar la buena suerte no es lo que puede generar tranquilidad. La confianza nace de la preparación, de los conocimientos y de la experiencia. Y sólo una de tres de esas cualidades, la experiencia, no parece suficiente.
Para terminar, brindo por el llamado a la reconciliación que lanzó Andrés Manuel. Con esa convocatoria, dejó atrás la simpleza de un cargo de elección popular y se elevó a estadista. No es fácil hacerlo, hay que reconocerlo.
Pero la duda sigue latente:
¿Logrará mantener el “10”?…
AMLO: DAÑO COLATERAL
¡Cuánto daño le hacen a López Obrador esa legión de seguidores intolerantes agresivos que en lugar de argumentar, insultan!
Se lo causan, porque todo lo que hagan o digan se carga en las alforjas del futuro inquilino de Los Pinos, que en lugar de recrear la imagen de unidad que ha anunciado, la contamina. Ganaron y es legítimo celebrarlo, pero habría que recordar una antigua frase aplicada a los vencedores:
“Hay que ser humilde en la victoria y dignos en la derrota”…
Twiteer: @LABERINTOS_HOY
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