“Algunos empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque fueron ascendidos hasta volverse incompetentes…”

José Ortega y Gasset

El maestro Don Alfonso Pesil Tamez, periodista, poeta y dramaturgo, gustaba de narrar una anécdota vivida con el doctor Emilio Martínez Manautou, a la sazón gobernador de Tamaulipas.

El doctor, cuyo talento político estuvo a punto de hacerle llegar a la presidencia de la República, tenía una enorme virtud que en ocasiones lo metía en aprietos: No sólo honraba sin excepciones a la amistad, sino que protegía a quienes les profesaba su afecto.

Platicaba Don Alfonso que en una tarde de coñac con el mandatario –eran amigos añejos– surgió el tema de un personaje cuyo nombre no tiene caso mencionar para no herir susceptibilidades, quien estaba integrado al gabinete del matamorense y cuya preclara incompetencia le causaba problemas al por mayor a Martínez Manautou un día sí y el otro también.

¿Por qué no lo corres? dijo Don Alfonso al gobernador…¿Qué caso tiene mantenerlo en ese puesto cuando te causa tanto daño?

¡Es mi amigo, necesita mi apoyo porque no tiene trabajo!, decía el maestro Pesil que respondió el Ejecutivo.

Y la contrarrespuesta de Don Alfonso fue una lección genial: ¡Pues mándale el sueldo a su casa y todo resuelto!…

La anécdota no ha perdido vigencia a pesar que sucedió hace más de 40 años. Los hombres y las mujeres del poder continúan protegiendo a sus amigos y amigas a pesar de que muchos de ellos son no sólo una espina, sino una lanza en el zapato, complicando en forma casi horrorosa el trabajo de esos gobernantes.

Hoy tenemos a la mano en el plano nacional una muestra muy actual e igual de dramática, en quien nadie entiende por qué preside hoy al Senado de la República: Gerardo Fernández Noroña, cuya trayectoria de matasiete y bufón hasta ahora le ha impedido por su fanatismo, ni siquiera ponerse de acuerdo en la hora con los representantes de partidos que no sean Morena o sus aiiados.

Cualquier intento de diálogo o  búsqueda de consenso de lo que llaman oposición, lo aborta el líder senatorial con una intransigencia, para usar una frase de Don Alfonso, digna de mejor causa. Cualquier interpelación recibe como respuesta la sorna, la abierta burla o e rechazo sistemático.

Fernández Noroña se ha convertido en el enemigo número uno en el Poder Legislativo no sólo para quienes no pertenezcan a la llamada 4T, sino para el mismo gobierno federal, al bloquear muchas veces en forma irracional posibles caminos para que el Poder Ejecutivo pueda llevar por lo menos en algunos aspectos la fiesta en paz. Nadie ve en él ni la sombra de un interlocutor válido debido a su necedad galopante. Ni un solo dirigente opositor se ha salvado de sus insultos, que alcanzan hasta a las mujeres.

La pregunta surge natural:

¿Para qué sirve Fernández Noroña al actual gobierno?

Dada su incompetencia como conciliador, sólo una respuesta parece tener algo de fundamento: Como distractor, de la misma manera que acapara la atención un chivo en cristalería.

¿Sería posible que alguien aplique la recomendación de Don Alfonso y le mande el sueldo a su casa a este desastre?…

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