Según el diccionario de la Real Academia Española, gratitud “es el sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor, que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera” refiriendo una emoción que nos motiva a la acción, al deseo de compensar lo recibido.
Según el Centro de Investigación de Conciencia de la Atención Integral de la UCLA, (Mindfulness Awareness Research Center), “expresar gratitud cambia literalmente la estructura molecular del cerebro, se produce una sensación de felicidad”, porque el sistema nervioso central se ve afectado por una serie de sustancias químicas que los investigadores del funcionamiento del cerebro denominan “el cuartero de la felicidad”, conformado por la endorfina, serotonina, dopamina y la oxitocina.
Y, sin embargo, ¿cuánto agradecemos en nuestra vida cotidiana? ¿hasta dónde hemos desarrollado la sensibilidad para reconocer todo lo que recibimos de quienes están más cerca de nosotros en el día a día, de quienes nos facilitan las tareas y de aquéllos que nos alegran la vida?
Más allá de lo que nos digan los estudios científicos, estoy convencida que el agradecimiento se aprende y se disfruta en el hogar, siguiendo el ejemplo de nuestros padres y de las personas más cercanas a nuestra infancia, recreando un ambiente cordial y de respeto.
No se trata de una simple educación formal y de mantener los cánones que marcan las reglas de urbanidad y las buenas costumbres, que nos enseñan a pedir las cosas por favor y a decir gracias, sino de aprender con el corazón a corresponder las atenciones que se nos brindan.
Aunque pareciera ser algo tan simple el decir gracias cuando se nos atiende, cuando se nos mima en casa, en realidad no es tan espontáneo hacerlo, por el contrario, es justo aquí donde la ausencia del agradecimiento se hace más evidente, donde la cortesía y los buenos modales hacen más falta. No para mantener una imagen ante los demás, sino como una muestra sincera del amor y la consideración que se tienen entre si los miembros de la familia.
Ser escuchados cuando sentimos la urgencia de expresarnos, estar acompañados cuando la soledad no es una alternativa, tener el apoyo en los momentos de duda, bien vale un gracias; encontrar la casa limpia, la comida caliente, las facturas pagadas, la despensa surtida, el carro limpio, también.
Creo incluso, que la gratitud en la pareja, el reconocimiento de todo aquello que se nos ofrece y se nos da desde lo más profundo, sería un antídoto para la violencia intrafamiliar. Encontrar los momentos precisos para valorar todo lo que se hace por nosotros, nos aleja de ese egocentrismo que nos hace sentir merecedores de todo y más que agradecer, exigir la satisfacción de nuestras necesidades.
El pedir por favor las cosas solicitadas, además de decir gracias al recibirlas es algo mágico que facilita la convivencia, pero que tristemente también se ha perdido en las familias. Los pequeños detalles, con sus grandes consecuencias, no son valorados y sin embargo, es lo que da significado a nuestra existencia. Podemos tratar de justificar estas pérdidas, diciendo que no tenemos tiempo para tanta miel, pero es innegable cómo terminan por amargarse las relaciones por la ausencia de frases tan simples, pero de tanto contenido.
Por otro lado, la adrenalina que se genera en quien recibe las muestras de gratitud es contagiosa y su voluntad para seguir dándonos su generosidad, sus atenciones y su amor es renovada. Permanece en sintonía con las carencias que tenemos en nuestros momentos de prueba y en el cumplimiento de los deberes cotidianos. La hacemos sentir nuestra aliada y generamos su confianza para dar lo mejor de sí.
Tengamos siempre presente que nuestra gratitud manifiesta el reconocimiento y la valoración de quien nos da su tiempo y su mejor esfuerzo por hacer de nuestra vida más significativa, propiciando un entorno de corresponsabilidad y armonía, estableciendo una relación entre iguales, dejando de lado la sumisión y el autoritarismo que reinó en las relaciones de antaño, ese ánimo de dominar y controlar, imponiendo la voluntad del uno sobre el otro.
Gladys Brown Stern dice que la gratitud en silencio no sirve a nadie, y William Arthur Ward la complementa al asegurar que “sentir gratitud y no expresarla, es como envolver un regalo y no darlo.”
Ser agradecidos en nuestra vida íntima, es la mejor oportunidad para cultivar nuestras relaciones personales, de establecer vínculos de reconocimiento y valoración, de respeto y estímulo, de apoyo y compensación, de crecimiento familiar, de cultivar día a día buenos sentimientos y enseñar con el ejemplo a nuestros hijos.
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La gratitud en casa
De crecimiento familiar, de cultivar día a día buenos sentimientos y enseñar con el ejemplo a nuestros hijos.
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