Son los cumpleaños un excelente motivo para reunir a la familia, en el caso particular, toman una dimensión extraordinaria, debido a que nuestra familia es muy numerosa, reunir por lo menos 4 generaciones es una labor titánica, y cuando por alguna causa algunos de los miembros no puede asistir se le está informando de la evolución del evento vía WhatsApp, así es que se enlazan virtualmente y se le envían fotografías y audios del evento. Recientemente tuvimos uno de estos festejos, aunque se procuró guardar cierto respeto porque nuestra madre sufrió un quebranto de salud hace aproximadamente 2 meses, pero ella ha demostrado mucha fortaleza y poco a poco ha ido recuperando su salud, y aunque estamos conscientes de que quizá no logre recuperarse al cien por ciento, eso no nos ha impedido integrarla a todas nuestras actividades familiares que generan gozo, porque sabemos que le gusta estar acompañada por sus hijos, nietos y bisnietos.
En la ocasión citada, nuestra madre fue colocada en su reposet en una posición estratégica para que pudiera dominar el escenario principal, así es que, no se perdía detalle, más siempre el mucho bullicio le causa un poco de ansiedad, ya que no puede ejercer su autoridad como hasta hace poco tiempo lo hacía, así es que al no poder utilizar la voz para controlar lo que se genera a su alrededor, sobre todo a los niños que correteaban por toda la casa, utiliza su mirada y créanme, que es tan expresiva, que resulta fácil entender lo que desea, aunque no a todos los hermanos se nos da la habilidad de interpretar el lenguaje corporal, sobre todo el visual, lo que también a ellos les genera estrés y con ello ansiedad y buscan la manera de conseguir una respuesta a las necesidades de nuestra progenitora, de tal manera que utilizan una serie de preguntas, por ejemplo: ¿Te sientes mal mamacita? ¿Quieres algo? ¿Te molesta el ruido? Cómo yo estaba cerca cuando se daba una de estas frases de comunicación, pude percibir como ambas partes estaban al punto de quiebre, por lo que me permití intervenir para decirle a una de mis hermanas, procedente de Tampico, que mamá entrecerraba los ojos, no por dolor, sino porque le habían puesto muy directo un abanico, por lo que desvié la dirección del mismo y así todos pudimos apreciar los hermosos ojos de nuestra madre, acto seguido le acomodé sus piernas pues no se había tenido la precaución de colocarlas en una mejor posición, mi madre me dirigió una mirada de agradecimiento y yo le pase mis dedos sobre su cabello como ella solía hacerme a mí para calmarme; al ver eso mi hermana mostró algo de molestia y no pasó desapercibido para mi madre tal berrinche, por lo que empezó a reír, y lo mismo hice yo.
En ocasiones pienso que mis hermanos creen que yo estoy lejos de mi madre, pero dos almas gemelas nunca podrán estar separadas, no importa la distancia, no importa el tiempo, mucho menos el espacio.

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