Pocas veces mis hijos me piden algún consejo e intuyo con eso, que están bien preparados para enfrentar los retos que le depara la vida, de hecho la primera instancia a la que recurren en busca de alguna opinión sobre algún problema en particular es a su mamá, y solamente que la situación rebase su competencia de consejera, pasa a hacer funciones de intermediaria para darme a conocer los pormenores de las situaciones que les preocupan a nuestros críos. En una ocasión, María Elena, me puso al tanto de que una de nuestras hijas quería hablar conmigo y me pidió que le tuviera paciencia y la escuchara con toda atención, de hecho, me recomendó que evitara hacer comentarios que no le favorecieran y que de ser posible, utilizara un tono de voz suave y conciliador; con todas esas recomendaciones me empecé a preocupar, pero no porque pensara que mi hija estuviera enfrentando una situación delicada, sino porque sentía que María Elena me estaba sujetando a utilizar una técnica distintiva de su persona, impidiéndome el libre acceso a expresarme según mi criterio, pero no me atreví a hacerle de conocimiento mi sentir y acepté ser más receptor que emisor de algún mensaje; para mi fortuna, la situación que me planteó mi hija, no era muy complicada y efectivamente, sólo me limité a utilizar algunos monosílabos como sí o no; situación que no pasó desapercibida por mi hija, quien me preguntó: ¿Me estas escuchando? Y yo respondí: sí. Entonces ella me preguntó:

¿Qué te pasa papá, ¿estas algo extraño, pareciera que no eres tú. Entonces rompí la regla impuesta por mi esposa y le platiqué sobre las recomendaciones que ella me había hecho. Entonces mi hija en un tono que reflejaba su molestia me dijo: Yo quiero tu opinión. Te entiendo hija pero yo no quiero contradecir a tu madre, ya llevamos diez meses de confinamiento por la pandemia y si algo he aprendido es a llevarme la fiesta en paz. ¿Cuál fiesta?, respondió mi hija. Me refiero a generar un ambiente armónico que privilegie la paz en el hogar; de hecho he aprendido a leerle la mente a tu mamá, por ejemplo, cuando ella me dice: ¡Ah que sucio está aquí! inmediatamente me pongo a barrer y a sacudir, otras veces dice: se me está acumulando la ropa para lavar, y para pronto me pongo a lavar, otras veces dice: Estoy cansada de hacer de comer, y allá te voy a comprar un pollo, una hamburguesa o una pizza. Cómo me gustaría saludar a mis nietos y hacemos una sesión virtual. En fin, si vieras cómo con soluciones tan sencillas se puede vivir maravillosamente bien, y no sólo eso, también el uso de acciones prácticas incentiva la creatividad, pues estoy por presentar un proyecto en YouTube sobre ejercicios domésticos terapéuticos para hombres maduros, que ayudaran a bajar la ansiedad, combatir la depresión y bajar de peso. ¿Cómo la ves? Bueno, viéndolo desde ese punto de vista creo que es fabuloso, de hecho quería preguntarte

¿Cómo le hacía para bajar mi ansiedad y depresión, pero ahora que lleva el valor agregado de la pérdida de peso, pues me has ayudado a encontrar la solución de mis problemas, en adelante trataré de llevarme la fiesta en paz.

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