Solo basta ver las imágenes de las calles de Pamplona durante la Feria de San Fermín que terminó el pasado viernes 14 de julio, para saber por qué los hombres viven menos que las mujeres en esa parte del mundo, aunque hoy, con menos emoción que antes, pues afeitar los toros es quitarles el sentido de la distancia.

 

Resulta inconcebible ver como las luchas de hoy en el terreno político, afectan las tradiciones, pero muestran la total incongruencia, muchos abogan por la eliminación de la Fiesta Brava, pero curiosamente son los mismos que avalan el aborto.

 

Esto es preocupante, pues la insensibilidad se apropia de un segmento progresista, que antepone los derechos animales a los más elementales derechos humanos.

 

Son cosas para pensar, desde hace ya varios años, la Plaza de Toros México está cerrada, y ahora los animalistas van por la Feria de Aguascalientes, quieren acabar con ella.

 

Ellos no se ponen a pensar que si lo que promueven con tanta fiereza se hubiese puesto en práctica antes, tal vez no hubiesen nacido, pues defender el aborto como un derecho humano es tan aberrante como considerar la Fiesta Brava como un suplicio para los toros.

 

Quienes piensan que todos los toros del mundo llegan a las plazas tienen una mirada obtusa y no conocen el campo, quienes piensan que eliminar las corridas de toros les salvará la vida a los animales, terminarán buscando un astado en algún zoológico exótico.

 

El toro siempre ha sido símbolo de fecundidad y virilidad, la fiesta nace como homenaje a las nupcias y pretendía mostrar a la agraciada dama el futuro pródigo en hijos.

 

En tiempo remotos, salir al campo y buscar un toro salvaje de cornamenta impresionante era labor de muchos muchachos, lazarlo y llevarlo hasta la casa de la novia, para improvisar ahí una corrida, fue una costumbre que rápidamente dio el brinco para convertirse en espectáculo.

 

Esa práctica pueblerina marcó el destino del toro en España, de todas las campiñas de Europa despareció este bello animal salvaje, salvo en España y Portugal, donde las fiestas patronales le abrieron espacio como homenaje a ese animal que no requería de entrenamiento alguno para mostrarse su fiereza.

 

Tal y como sucede con la raza humana, donde hay gritones y taciturnos, los toros de lidia unos son muy bravos y otros no, debido a ello nace la ganadería y aprovechamiento de ellos.

 

Junto a ello se creó una industria, no solo de entretenimiento sino una que provocó auge turístico en España, pero además se expandió con algunas variantes en las naciones vecinas y llegó a América, donde más ha sido vilipendiada.

 

Para que un toro llegue a la plaza debe de tener mínimo 4 años de edad, en el transcurso de su cría, los que no desarrollan las cualidades necesarias para llegar al ruedo, regularmente terminan en el rastro, dando de comer a taurinos y anti taurinos por igual.

 

Y es buena carne, pues los becerros todos, tienen buena carne, independientemente de como hayan terminado su vida, su viaje posterior es hasta algún restaurante o una cocina por igual para alimentar a la humanidad.

 

La cría y proceso de un toro de lidia es diferente a la del ganado estabulado, el toro que llega a la plaza a disfrutado del campo por 4 largos años, fortaleciendo sus músculos y su instinto para poder llegar a ser elegido de los dioses para pisar la arena de un ruedo.

 

Mientras que el ganado estabulado solo disfruta de la compañía de su madre al inicio de su vida, pues pronto terminara frente a una caja de madera comiendo ávidamente y sin caminar para no endurecer su carne, en menos de dos años, una descarga eléctrica o un golpe en su frente y sin aviso, terminara con su precaria vida, pero con suficiente carne blanda para ser consumida en restaurante de postín. 

 

Como pueden ver esto salvó de la extinción a los toros de lidia en Europa, se les encontró un beneficio adicional al del solo consumo de su carne y en las ferias patronales encontró su destino, LA FIESTA BRAVA.

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