Si bien es cierto que en ocasiones, las cosas manifestadas en defensa de un derecho humano, parecieran poco claras y pudieran ocasionar incertidumbre en quien las expresa y promueve, y ésta, despertar temor en aquél que obra bien por ser noble de corazón, y que además, tiene alianza de amor con el Señor, por ello, no incurre en pecado premeditado. Ten pues, la conciencia tranquila para que el corazón y la mente no se vean mortificados por una culpa que no es consistente y camina con la tranquilidad de un alma pura, porque Dios estará siempre del lado de la verdad.

La defensa del bienestar familiar, siempre estará primero que cualquier pretensión de orgullo mancillado o interés particular; porque el hombre, conociendo sus debilidades, puede fallar en su pretensión de ser bueno, pero también, tendrá siempre mil oportunidades para arrepentirse de sus mezquindades. Si al menos pudiera renunciar a su egoísmo, siempre saldría victorioso de cualquier empresa, no por vencer al que equivocadamente considera su adversario, sí, por encontrar la fórmula perfecta de la sana convivencia; porque no es su enemigo, quien siendo desvalido, trata de salvaguardar los  bienes comunes; el enemigo siempre será el hombre en sí mismo, cuando cegado por la dificultad que encuentra para ser íntegro, debido al hecho de haber nacido y crecido en una sociedad que privilegia la supremacía masculina, se rinde a la falsa ilusión de ser fuerte más, no inteligente.

La familia siempre será lo primero que debemos defender, no se nos debe olvidar que fue constituida en las bases de un amor, que si de inicio no fue perfecto, sí tendría el tiempo suficiente para serlo.

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