Bienaventurados los que encuentran a un sabio, que de escucharlo, podrán corregir sus torpezas y enderezar su camino.
Caminando como es y ha sido mi destino, siendo ya médico hace mucho tiempo, recorría caminos y veredas de algunas zonas marginadas por razones de trabajo, encontrando a mi paso, en una ocasión, a un hombre de aspecto menesteroso que parecía desvalido, pues sentado se encontraba descansando a la sombra de un árbol, tratando de mitigar el fuerte calor del mediodía, y al pasar junto a él, el hombre, al ver mi vestimenta blanca me dijo: Perdone usted, seré yo tan afortunado, que en este paraje desolado, encuentre el auxilio que necesito en estos momentos, ¿es usted médico? Estudié medicina, le contesté, y ahora trato de consolidar mi profesión con la práctica comunitaria, para entonces, si la experiencia me lo permite, poder sentirme poseedor del título que menciona, pero en ¿qué puedo servirle buen hombre? Como el sol calaba fuerte, me acerqué a la sombra. Disculpe que no me pare de inmediato, pero precisamente mi problema de salud está en uno de mis pies. Me puse en cuclillas para examinar los pies, se quitó el desgastado calzado, el hombre señaló la planta del pie izquierdo y mientras lo examinaba le pregunté qué le había ocurrido y él me dijo que hace muchos años había dado un mal paso, y al encontrarse descalzo, se le clavó una espinita en la planta del pie, como no le noté nada raro en la piel citada, le dije que se tocara el lugar donde le dolía y recordando un poco de reflexología, noté que era el área del corazón, palpé el sitio con cuidado tratando de encontrar algún vestigio de la espina, pero no tuve éxito, el hombre un poco preocupado me dijo: Le estoy quitando su tiempo, tal vez tenga cosas más importantes, que atender a una persona como yo.
No señor, en este momento regresaba ya a mi lugar de trabajo, fui a dar una plática a unos habitantes de una comunidad cercana, pero lo escucho. El hombre me había estado hablando en un lenguaje figurado, todo el tiempo, y yo, por no estar habituado a ello, pasé desapercibido el verdadero mensaje. El hombre aquel sabía perfectamente lo que decía, pero yo, acostumbrado sólo a poner en práctica lo aprendido en las aulas, fallé en mi primera apreciación del problema. La traducción del mensaje es la siguiente: La espina significaba un problema sentimental que le ocasionó un gran pesar, los pies descalzos significaban el no tener cuidado y saber de antemano los riesgos que corría al enfrentar una situación moral. El área de la planta del pie que le dolía, era la correspondiente al corazón. El hombre había caído en depresión y de ahí a las adicciones, terminó en la pobreza, y era sin duda un hombre muy preparado, que puso en juego mi competencia.
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