No es nueva la encomienda para el ahora diputado federal Edgar Melhem Salinas.
Me refiero a coordinar en Tamaulipas, su tierra natal, la campaña de un candidato a la Presidencia de la República, como lo hará ahora con José Antonio Meade Kuribreña.
Corría, si la memoria no me traiciona, el año 1999, al final del mandato de Ernesto Zedillo. Entre los aspirantes priístas a candidato para ocupar Los Pinos el tricolor incluyó a Humberto Roque Villanueva, Presidente nacional de ese partido en 1996 y el único jugador químicamente puro zedillista, pero con un lastre que nunca lo abandonaría: la famosa “roqueseñal”, registrada en la picaresca política cuando Humberto era diputado federal.
Precisamente a Edgar le tocó bailar en ese entonces, con la más fea. Con el precandidato que nadie quería. Le encargaron coordinar en nuestro Estado la campaña de Roque y su listado de negativos. Uff.
Hubiera sido sencillo para Melhem –por el destino de perdedor predestinado que tenía Roque– tirarse a una hamaca y dejar pasar el tiempo para esperar el final de un juego que tenía ganador de antemano en Francisco Labastida Ochoa. Pero no sucedió así.
Sin dinero, con un equipo de amigos y con el viento en contra, el riobravense organizó una auténtica búsqueda del voto interno priísta en Tamaulipas y por lo menos en esta geografía, metió a Roque en la pelea, frente al poderoso bloque armado desde Palacio de Gobierno a favor de Labastida, cuyo coordinador era Eugenio Hernández Flores.
Hoy son diferentes las circunstancias. Edgar no tiene en sus manos la campaña de un aspirante sino de un candidato formal. Y si logró hace casi 20 años hacer de Humberto Roque un contrincante digno, es posible imaginar lo que podrá hacer con un perfil como el de José Antonio Meade.
Lo digo sin rubor y sin maquillajes, porque estoy convencido. No hubieran podido encontrar mejor priísta para defender la causa de los tres colores. ¡Y que viva Río Bravo!…
UN CONSEJO
Fueron 91 años de lo que Luis Donaldo Colosio definió como “La cultura del esfuerzo”.
La frase retrata la vida de Don Enrique Cárdenas González, ex gobernador del Estado, ex Senador, ex alcalde y siempre un tamaulipeco que vivió conforme a los tiempos que le tocaron. Polémico en ocasiones, pero sin duda también una de las figuras públicas más estimadas en esta patria chica.
Lo conocí en 1976. Quien escribe era un mozalbete que daba sus primeros pasos como reportero en el periódico “El Heraldo” de Tampico y precisamente allí, en esa añorada redacción, tuve el primer contacto con él.
Sentado en un escritorio cercano a la Dirección General que ocupaba Mauricio Bercún, una palmada en la espalda me sobresaltó. Era Edmundo Lozano padre, a la sazón jefe de prensa del entonces Gobernador, quien me dijo, “ponte abusado, mi jefe está con tu jefe”.
Nunca había tenido la oportunidad de conocer “de cerquitas” a un Gobernador, así que prendí las luces de alerta y me dispuse a esperar para verlo salir. La plática de Mundo me distrajo a los pocos minutos y de repente un golpe en el escritorio con un ejemplar del periódico me sacudió junto con una voz: ¡Vámonos!
Sólo pude atisbar su perfil y ver la espalda de la recia figura que se alejaba . Así lo medio conocí, sin saber que serían muchas las ocasiones que lo vería y hablaría con él en los siguientes cuatro años. Nunca se negó a una entrevista y más de una vez recibí de él –y traté de aprenderlo¬– un consejo seco pero aleccionador: “No te me apendejes”.
Descanse en paz Don Enrique. Y hasta luego…
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