Sin duda alguna, la partida de don Enrique Cárdenas González deja muchas huellas en el corazón de miles de personas, casi todos originarios de esta noble y hermosa tierra del noreste mexicano.
El columnista vio su primera luz tamaulipeca allá por el año de 1980, cuando decidimos cambiar vida, rumbo, residencia y forma de existir; el recibimiento del gobierno de don Enrique y su maravillosa esposa, Doña Bertha nos hizo comprender que hay mucho qué ver y hacer, y la gente del norte tiene una valía especial, distinta a la de otros lares, y no por menospreciar a los de sitios distintos, sino que el carisma de don Enrique y Doña Bertha nos envolvieron en forma tal que el afecto y admiración permanecen aún en tiempos difíciles en todos sentidos.
Tuvimos oportunidad de conocer al hombre después de su mandato, y en las postrimerías del mismo, con aquellos festivales deportivos donde una multitud se congregaba para aplaudir a su gobernador en el estadio “Marte R. Gómez”, y para recibir el cariño de un pueblo agradecido con su mandatario.
Recordamos aquel viaje a San Fernando, cuando declararon ese sitio ciudad y dejó, oficialmente, de ser un pueblo.
Y muchas pero muchas anécdotas que vivimos; no es igual que quienes fueron sus amigos y colaboradores, que seguramente tuvieron millones de momentos que hoy añoran con la partida de don Enrique Cárdenas González.
Era motivo de charlas de café el escuchar sus anécdotas como gobernador, que reflejaban su humildad -no confundir- y su donde gentes, su autoridad y la forma en que revolvió conflictos legales como los que cuentan de las patrullas yt el Centro Universitario.
A través de los años, don Enrique se convirtió en una agradable leyenda, y una leyenda viviente, que compartió muchos de sus últimos momentos con quienes tuvimos oportunidad de saludarle, ya en el café de conocido centro comercial, en la calle o cerca de su hogar. Siempre tenía el atento y respetuoso saludo para cualquier persona.
Con él concluye una generación de mandatarios amables y sencillos, que no se marean con los puestos ni usan la prepotencia para conducirse.
De los años ochenta a la fecha, la vida nos ofreció la oportunidad de convivir de cerca con los mandatarios, y aprender de los que supieron la valía del ser humano. Don Enrique es uno de ellos, y entre ese grupo especial no podemos dejar de pensar en el inolvidable ingeniero Américo Villarreal Guerra.
Pero este tipo de personas son únicas e irrepetibles. Es cuando los sentimientos religiosos toman su valía y pensamos que Dios ama a Tamaulipas, y para demostrarlo nos envió a personas que supieron ganarse nuestro cariño y admiración.
Con su “Revolución Verde”, don Enrique Cárdenas González marcó una época verde/dorada en el agro tamaulipeco, logrando cifras de cosecha récord en muchos cultivos; no se diga de la ganadería, que también tuvo un avance muy importante.
Vendrían otros gobernadores y dejaron muchos avances, superando lo realizado en el sexenio de ECG, pero no podemos dejar de ser conscientes de que en aquellos tiempos la tecnología no tenía los alcances de hoy en día.
Por eso, lloramos la pérdida de un maravilloso ser humano, pero somos conscientes que, con 91 años, hemos sido muy afortunados en tenerle tanto tiempo entre nosotros.
Don Enrique Cárdenas González, el ex gobernador de Tamaulipas, el ser humano, el amigo, el padre, el hijo, el abuelo, el hombre y el servidor público, descansa ya en paz, y su homenaje prioritario por parte de quienes logramos entenderle y estimarle es procurar ser tamaulipecos de bien, que es el mejor legado que nos dejó el “viejón”.
Querido amigo, ejemplar mexicano: descansa que llegó el momento de disfrutar lo que te ganaste con una ejemplar existencia. Hasta entonces.
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