Fue muy de mi agrado la columna que escribió Carlos Santamaría bajo el título “Carta a mi hija”, donde precisamente expone sobre la educación de las no tan pasadas generaciones y la actual sobre todo en la etapa de la adolescencia y la que se pondera actualmente.

Lo más triste es que en el vocabulario que se emplea no hay diferencia de género, hombres y mujeres con palabras burdas y altisonantes.

El respeto hacia la gente mayor se ha ido deteriorando, los nombres de sus compañeros ya no existe y los “bueyes” abundan en el lugar de los verdaderos apelativos.

Un político más que maduro afirmó acerca de la Reforma Educativa fue para humillar a los maestros que son lo mismo que los médicos estar actualizados mediante el estudio ya que trabajan con material humano.

Los ejemplos que exhiben en la televisión donde no hay censura e imitan los jóvenes en hechos deplorables.

Dada la carestía de la vida, madre y padre tienen que trabajar y el muchacho adquiere malas amistades que no le convienen y les acontece lo que la fruta en una arpilla, si una pieza está podrida va pudriendo a todas las demás. Va como ejemplo, en una secundaria de la localidad 7 alumnas se cortaban los muslos con una navaja.

“Yo te lo hago para que sean más profundas”.

Afortunadamente fueron sorprendidas y vino la reprimenda conveniente llamando inclusive a los padres para que luego no digan que fue descuido de los maestros.

Por hoy es todo.
Hasta la próxima. Carpe diem.