“Quien es amigo verdadero lo es en todo tiempo; y el hermano se conoce en los trances apurados” (Proverbios 17:17)

Así como duele perder un verdadero amigo, cuando le ha tocado su tiempo, duele saber que la amistad se desvanezca, se retrase, o sencillamente se mantenga en el anonimato, por pensar que ésta puede resultar más dañina que benéfica; pues resulta paradójico decirse amigo, y sentir que una amistad se pueda volver tóxica. Yo defiendo siempre la amistad sincera y lucho por mantenerla activa, me jacto se ser solidario en lo próspero que fortalece las virtudes, y en todo aquello que deprime el ánimo por ser angustioso y mortifica el alma. Me duele perder a los amigos, a los verdaderos, a los que me aman como a sí mismos, a los que prodigan amor como Dios dispone.

El sentirse amado llena de gozo al espíritu, y yo les aseguro que no hay mejor medicina que el amor; recibirlo o darlo es igualmente benéfico para el cuerpo, para la mente y para el espíritu. Quien ama a Dios, ama a su prójimo.

“Nosotros asimismo hemos conocido y creído en el amor que nos tiene Dios. Dios es caridad, o amor; y el que permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él” (1 Juan 4:16)

Que las tribulaciones del mundo no desaten los lazos de amistad que se han unido en el amor de Cristo; que el corazón se mantenga firme en la fe y no titubee cuando se aproxime la tormenta, que la luz del divino Pastor guíe a sus ovejas por el mejor camino.

Dios bendiga a nuestra familia, y que el amor que reina en cada hogar, mantenga la unidad por sobre todas las cosas mundanas que incitan al caos y a la deshumanización.

Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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