Cuando llegué a donde no se piensa, me detuve y me pregunté: ¿Qué estoy buscando? Miré al frente, miré a los lados, pero seguía preguntándome ¿Qué me falta? ¿Qué se me ha perdido? Nada no es la respuesta; todo, mucho menos; me sentía ligero a pesar de los años acumulados, me sentía liviano por el peso perdido, pero mi mente seguía atiborrada de pensamientos, algunos sombríos, apesadumbrados, otros, simulando la ignorancia de lo que ya se conoce, pero que preferimos ignorar, porque tal vez no tendría más en qué pensar.

Y pensar que todo inició aquél día, como siempre, en un espacio de soledad, de aparente vacío, pero sobrecargado de dudas, de reflexiones inconclusas, de confusión intencionada, que facilita el sesgo o la huida de todo aquello que nos desagrada, como cuando se puede medir el tiempo perdido, al contar las gotas de agua que pierde un grifo mal cerrado; las gotas, me decía entonces, son como los segundos, se van sin sentir, aunque se puedan observar en su caída, pero son tan contundentes, que en un momento inesperado, pueden llenar un balde de importante volumen.

Muchos seres humanos, llegan a un momento como el que aquí se narra, tienen muchas dudas, porque nunca respondieron sus preguntas, y sin opciones, es más difícil sacar conclusiones de todos aquellos eventos que en la vida nos marcan para siempre. Las dudas son pausas en el tiempo y en el espacio, que ponen en evidencia nuestra  vulnerabilidad y delatan nuestro miedo a ser nosotros mismos, porque siempre estamos esperando que alguien más, más grande, más importante, más inteligente, más poderoso, más amado, nos de la luz de su experiencia, por vastos conocimientos, por su capacidad de benevolencia o simplemente por poseer más libertad personal, porque no se sienten atados a prejuicios, a normas rígidas, a disparates intencionales de ocasión, que siendo íconos de moda, terminan por volverse en verdades flexibles que no dejan de ser dudosas.

Cuando llegué a donde se piensa, que se puede llegar, pero se intuye que el vuelo que impulsa la intensión es real, me detuve, y antes de preguntar, me bastó mirar al frente y a los lados, y muchos como yo se preguntaron lo mismo ¿Qué me falta para dejar de sentir que perdí mucho tiempo, mi valioso tiempo, mi finito tiempo, tratando de sacar de dudas a los demás, cuando todo estaba muy claro, cuando todo tenía una solución práctica, cuando todo lo que se requería era tener voluntad para decidirse a ser feliz.

Nuestra felicidad es tan importante como lo es el vivir, quien no es feliz con y en su vida, va muriendo de dolor cada día, y va sintiendo cómo su tiempo, su valioso tiempo se va perdiendo en la nada.

Ser feliz no te convierte en un ser egoísta, en un ser inhumano insensible al dolor ajeno; ser feliz habilita el don divino de sanar las almas de los que se paralizan de miedo a sí mismos, y no se atreven a disfrutar su vida.

 

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