Según un estudio del Inegi realizado después de la pandemia al menos 900 mil empleos se perdieron en el sector agropecuario que implican la producción de granos, carnes, oleaginosas, hortalizas y frutales. El reporte es alarmante para la FAO, lo mismo que para otros entes de la Organización de las Naciones Unidas.

El estudio es una vertiente de reflexiones acompañadas de nuevos paradigmas para lo que sigue en el mundo, pues aun cuando algunos gobernantes ven muy lejanos los efectos de la mutación en el cosmos, tal parece que ya como habitantes del planeta ya fuimos alcanzados por lo que denominamos futurismos.

Lo mismo ocurre en otros segmentos de la vida, como es la educación, donde los cambios no están de regreso sino que obligan a docentes, maestros y pedagogos a escalar nuevas formas de educar. Donde las nuevas generaciones no necesariamente esta ansiosas de nuevos conceptos ni contenidos desconocidos, debido en parte a que traen innatos contenidos y herramientas para explorar sobre estos.

Quizá por ello para las generaciones Z, su entorno de preocupaciones no son amigables con generaciones anteriores a esta incluida la milenial, en ellos embona el principio de Hacuna Matata, en la que predomina la paciencia y la espera hasta la aparición de una solución a las necesidades esenciales.

Pero también es verdad que las actitudes de esa generación son también de reclamo a sus antepasados ya que no se sienten responsables del entorno ecológico, ni de las formas y las medidas que requiere la humanidad para subsistir.

Es por lo mismo, una generación con capacidad innata para subsistir a lo que esta por venir. En el escenario de la pandemia fueron quienes mejor se adaptaron a los sistemas de la educación a distancia, no así quienes conocen el sistemas de los redes y las plataformas digitales.

Debido en parte, a que la generación Z es la que permanece más horas en contacto con las redes y las plataformas digitales y está en una búsqueda permanente por nuevos espacios cibernéticos.

En este sentido, el sistema educativo internacional y nacional mostraron sus limitaciones más severas, debido a no fueron capaces de ofrecer la metodología que demando la pandemia porque los propios ministros de la educación fueron incapaces de dominar, muchos menos de llevarlos a la matricula educativa.

Quizá por ello, la ONU ha sido puntual en sus señalamientos para América Latina, pero sobre todo para México, lo mismo que analistas internacionales hablan de una pedagogía de la pandemia, mientras que la ONU subraya que habrá una deserción masiva de las aulas porque los padres de familia perdieron empleos, subempelos y ocupaciones que les permitían obtener recursos para la manutención del hogar.

Pero no es el interés de los organismos nacionales y locales de la educación. Y no porque la gestión sea el origen y fin de su misión sino porque en cada plaza, beca o gestión a favor de los docentes trae un trinquete de recursos traducidos en dinero para los dirigentes del Sindicato de Nacional de Trabajadores de la Educación. En el caso de Tamaulipas “La Rigoleta” busca que las bolsas de el y sus queres salgan llenas, sin importar el precio.