Todo era más sencillo en la vida, ayer, cuando lo que experimentabas se iba dando en forma natural, no había por qué fingir, si algo te agradaba o desagradaba lo externabas, y como no había malicia en los comentarios, nadie se sentía ofendido, simplemente, se tomaba aquella cuestión como parte de la libertad de expresión; de hecho, mucho de lo que parecía controversial al analizarlo detenidamente, se tomaba como una enseñanza y se aprovechaba siempre lo positivo de la misma. La familia no dejaba de amarse sólo por el hecho de ser cada miembro diferente, tanto en su forma de actuar, como de pensar, por el contrario, la diversidad enriquecía la cultura familiar y fortalecía la unidad, y muchas de las veces, se le otorgaba en su justa dimensión el crédito a quienes denotaban una virtud que era digna de admirarse o emularse; por ello me pregunto dónde estaba el celo, dónde la envidia. Lo mismo ocurría con las relaciones de amistad que se construían en el entorno, ya sea del vecindario, de la escuela o de la sociedad misma, pienso, que todas ellas tenían un cimiento sólido, porque eran construidas en base de valores naturales no prejuiciados.
En estos tiempos, la claridad de lo sencillo se está tornando gris, las relaciones humanas son frágiles y sumamente vulnerables, pareciera que todos hemos sido víctimas de alguna ofensa grave, hay desconfianza, hay celo, hay envidia, hay, de hecho, una insana competencia, donde no sólo se busca sobresalir para mejorar, sino para tener el poder de sentirse con derecho a enjuiciar a aquél que piense diferente o actúe de acuerdo a su naturaleza.
Hoy, decir que no se está de acuerdo con los que ostentan un poder que subyuga, genera tal conflicto, que rompe con las uniones más solidas. El que oprime a su prójimo y no tiene misericordia, está viviendo ya en el lado gris de su vida, de tal manera, que ya no podrá decir que sabe lo que es el amor, porque este preciado sentimiento se fue desvaneciendo, cuando se vio a sí mismo como una entidad superior, digna de poder violentar los derechos fundamentales de todo ser humano.
Ayer, desde mi particular enfoque, todo era más sencillo y más claro, amar a tu familia y a tus amigos te hacía sentir tan cerca de Cristo, que no había mayor satisfacción en la vida que ejercer la vocación de hijo de Dios.

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