Un buen día, soñando despierto, me encontré con la verdad de que todo aquello que parecía no estar de acuerdo con mi pensamiento y mi quehacer, y aparentemente me frenaba para no lograr mis objetivos y metas en la vida, resultó que sólo eran estaciones para poder parar en ellas y analizar mi recorrido por la vida, de ahí que comprobé aquel dicho, que asegura que todo aquello que no te destruye, te fortalece, así que podía partir de aquellas pausas existenciales, cuando había aprendido las lecciones para mejorar física, mental y espiritualmente. En aquel sueño que parecía tan real, me vi caminando junto a mi pensamiento, hablando conmigo mismo y recordando que el calor era intenso y el caminar cansado, la sensación de sentir el cuerpo a punto de desvanecerse estaba presente, afortunadamente, todo sacrificio tiene su recompensa cuando se busca la verdad y se pretende fortalecer los procesos para la mejora continua del ser; ésta llegó al encontrar la sombra que proyectaba el acantilado, sobre el suelo que circundaba la poza, que por la fuerza de la caída del agua se había formado, y que de esta manera, la sabia naturaleza frenaba la velocidad con la que el agua caía del borde superior del inicio del acantilado, esto, mientras que los últimos rayos del sol, apenas si rozaban la superficie superior del agua, que velozmente se lanzaba en caída libre formando una cascada, y que en su descenso, por la fricción y la velocidad, esparcía un rocío, mismo que impregnaba el entorno y bañaba con él, todo cuerpo cercano, y cuando desfalleciente, me tiré al mullido césped cargado de humedad, refrescaba por un lado mi candente espalda, mientras que dejaba cubrir el pecho y el resto del cuerpo, con la imaginaria sábana de rocío.

Qué bien se está aquí me dije, aunque no puedo quedarme mucho tiempo, pues ésta es sólo una estación más, para recuperar fuerzas y seguir mi continuo caminar; quien me reconozca al retomar mi camino, verá en mí a una persona diferente, sabrá de inmediato que soy amante de la paz y de la armonía, que mi lenguaje es pura poesía y mi interés primario, es generar condiciones para establecer amables conexiones con la humanidad y la naturaleza que me rodea, porque yo cuido de ellas y ellas cuidarán de mí con justicia.

Un buen día, mi gratitud para con Dios, fue superior a cuando yo insistía en pensar, que aquello que me sucedía era un castigo, era el pago de una condena que no era mía, era pues, algo que no merecía. Ese día comprendí, que Dios nunca se equivoca, que siempre cumple lo que promete, que me ama, como ama a todos aquellos hermanos que tiene fe y que creen en Él, pues como bien ha dicho: “Pedid, y se os dará: buscad, y hallareis: llamad, y os abrirán. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mt 7: 7-8).

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