Aquellas noches del tiempo de ayer, de incertidumbre infinita, por el temor de perder la juventud y el placer de disfrutar el ahora que se estima cerquita; y todo, por tener el valor de vencer los retos sin tino, que te ofrece el destino preparado para mí y para ti en forma fortuita, para hacerme sentir angustiado, mientras el sudor de mi frente, de diseño aperlado no me deja dormir, por la amenaza que tanto marchita la ilusión de aprender, cuando la mente despierta me grita que primero debí yo entender, que tenía que vaciar lo que tanto me pesa y nunca ha sido para mí una carga gratuita.
Sentir la estrechez que incomoda, más allá que del espacio que habitas, perdido en aquel laberinto sin fin que me incita a recorrerlo con los ojos vendados, para tratar de encontrar la salida bendita, que me lleve a la luz del saber que tanto he deseado.
En aquellas noches que aún parecen recientes, de mis ojos candentes, de mirada perdida o tal vez ausente, brotaba la lluvia al exterior de la vida, para tratar de apagar las llamas del fuego interior avivado por la desesperanza de verme alejado del más grande amor, que me da paz y la plena confianza de que nada malo entre los dos ha pasado.
Sentir que más allá de mi piel que se agrieta y se agita, el corazón que palpita con la jovialidad del ayer, te busca mujer para sentir el placer de tenerte cerquita, y una vez regresado a mi cuerpo la parte esencial que me habías robado, sentirme completo porque estás a mi lado, sin que nada pueda romper el hechizo de amor que me tiene prendado.
Vibra conmigo mujer, yo te aseguro, que el tiempo no es el enemigo oscuro que tanto el sueño te quita, son los pensamientos de ayer, que no te dejan volver para que sueñes conmigo.

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