¿El hombre está condenado a la libertad o al sometimiento? Creo en la libertad, en el derecho del hombre a ser él mismo, de afirmarse, de luchar contra aquello que trata de impedir que sea él mismo. Creo que el hombre está obligado a trascender el mundo por el poder de su consciencia. Aquel hombre que por propia convicción se niega a hacer uso público de su propia razón, de sus facultades humanas y se acomoda, a las condiciones que una institución le ofrece, se niega a ser actor en el mundo y transformarlo. Esta actitud pasiva le imposibilita ser un sujeto, ejecutor de acción y le convierte en objeto. El hombre-sujeto enfrenta a su ser en el mundo, el hombre-objeto, se refugia en la comodidad de sus lazos primarios de necesidad, negándose a hacer frente a la dificultad que plantea la libertad.
En latinoamericana hay un valor agregado a la falta de libertad, la inexperiencia democrática, de ahí la solución paternalista. Se actúa para satisfacer la necesidad primaria convirtiendo al ser en “cosa manipulable”. Europa pretendió con América Latina integrarse; la intención, explotarla, permanecer sobre ella, no permanecer en ella, con ella, integrados. Por eso al indígena se le negó lugar en la sociedad, se le rebajó a carácter de objeto, el colono era su dueño. Negar la categoría de sujeto al hombre es entenderlo incapaz de trabajar productivamente, de crear, por lo cual se le debe de socorrer. Nace la concepción paternalista del misionero, sujeto que ve en el otro un ser imposibilitado para encarar su existencia por sus propios medios, de tal suerte que debe ser asistido, asistencialismo que confunde Humanismo con Humanitarismo, y que en lugar de empoderar al sujeto y reconocer su potencialidad, reproduce el actual estado y mantiene la situación instrumentalista del hombre.
Al sujeto al que se niega su capacidad creadora y se le trata como cosa, es un oprimido, producto de sociedad antidemocrática que niega la humanidad de su pueblo. Negar la potencialidad humana es expresión del capitalismo; del marxismo que insiste en la organización sectaria de la masa; y del asistencialismo cristiano que niega la capacidad creadora del hombre por medio de una meramente actitud contemplativa del mundo.
En el Edén, hombre y mujer viven un estado paradisíaco. Les provee todo aquello necesario para existir, insuficiente por algún motivo, pues nace la curiosidad en ellos y acceden a lo prohibido, desobedecen como primer acto humano, y de inmediato se ven obligados como consecuencia humana a padecer su desnudez, que les impulsa a huir el uno del otro. Lo que surge, es la falta de amor entre Adán y Eva. Estaban juntos físicamente; en sentido estricto, estaban solos; no se tenían el uno al otro. Luego de comer el fruto vedado que simboliza la conciencia, notaron su desnudez; ésta representa su soledad, sentirse desnudo es sentirse desprotegido; estaban juntos, pero no se amaban y prueba es que Adán en vez de defenderla, trató de escudarse en ella. El pecado no es comer del fruto, el pecado es no responsabilizarse uno del otro. Dios no les expulsó, fue su decisión de hacer lo prohibido. Dios les negaba, el conocimiento y en castigo a tener consciencia y conocimiento, albedrío para decidir y rebelarse, Dios castiga para que no se repita. Consciencia y conocimiento son divinos por decisión de Dios, en realidad, son características humanas.
El hombre está solo, consciente de su yo como entidad separada, sin embargo, no soporta estar solo, desvinculado de sus semejantes. Su felicidad depende de la solidaridad que siente con sus semejantes. Adán y Eva fueron condenados al destierro. Aprendieron allí a solidarizarse uno con otro, a vivir en relación, a amarse. Es gracias a la práctica del amor, actitud de cuidado, responsabilidad, conocimiento y respeto ante los hombres, que el individuo supera la cadena de la opresión que le impide desarrollarse como ser humano y se relaciona con el mundo de manera productiva.
¿Es claro, por qué la mayoría de las personas entregan su libertad a cambio de ser cuidados, de recibir, sin darse cuenta? Ser libre implica dificultad, decisión, responsabilidad, luchar al tiempo que crear; es más simple acomodarse en la sociedad. Decido seguir siendo “cosa” y decido dejar de “ser”. Es menos doloroso en ese momento; sin embargo se vuelve oprimido. Por ello surgió esperanza en la Independencia; Juárez fue recipiendario de la esperanza de nación. Díaz llevó a la opresión que depositó la esperanza en la Revolución. Lázaro Cárdenas hizo júbilo nacional al sacar a los extranjeros del petróleo, México para los mexicanos. Pero la esperanza de las necesidades primarias social cayó en una red más tenue, más efectiva, más manipuladora, con mayor poder de convencimiento y de asfixia de la consciencia, de la libertad, la democracia es la nueva respuesta.
Por fin, un estatus político del que “somos parte”, en realidad una manipulación. Al no satisfacer las necesidades primarias propias de ser “cosa social”; Cuauhtémoc Cárdenas se apodera de la esperanza; el PAN se apoya en esa esperanza, que sigue en busca de satisfacer “ser parte y tener” y apoya a Peña Nieto; ahora la esperanza social parece que elige a López Obrador como satisfactor y así será, hasta que la “cosa social” reconozca que la democracia no provee libertad, y buscará otra entidad que le provea, o por fin, muchos “hombres cosa” se vuelvan “hombres ser” y se den a la tarea de ser libres, productivos, capaces de amar.
La manipulación es efectiva. Cambia de partido, “cosa social”, pero no tu estatus. Somos manipulables; vamos a donde nos ponen la carnada. Prevalece el estado primario de tener, de recibir, de seguir siendo cosa, se renuncia a ser, a decidir, a pagar el precio por decidir. Deseamos seguir en el Edén a cambio de no ser, de vivir sin amar.