Por años, vi pasar a un ciclista por el frente de mi casa, siempre llevaba atestada su bicicleta de material para reciclar, en una ocasión, le pedí se acercara y le obsequié un vaso de agua fresca, así como unos paquetes de periódicos viejos, mismos que aceptó de muy buena gana; aproveché la oportunidad para dialogar con él sobre su trabajo, me dijo que empezó siendo voceador de periódico a muy temprana edad, pero al casarse, lo que obtenía de ganancia no le alcanzaba para mantener a su familia, por lo que optó por a buscar en la basura algunos materiales reciclables para vender, de ahí que poco a poco el volumen que acumuló ya no le permitió subirse a la bicicleta, desde entonces, la usa sólo como transporte, pero el hombre, que ya es un adulto mayor, se fatiga demasiado al cargar tanto peso  y empujar su mercancía por tantos kilómetros, que en ocasiones, se siente desfallecer por el cansancio. Hace unos días me lo volví a encontrar cuando regresaba a la casa, comprobé que seguía recorriendo la misma ruta e igual se veía ya sumamente agotado de tanto empujar su bicicleta, mi esposa que me acompañaba me dijo: Pobre hombre cada vez se le ve más cansado, por qué no cambiará de trabajo. Recordé que esa pregunta se la había hecho yo apenas un par de años antes y él me dijo: Esto es lo que he hecho toda la vida y a pesar de ser un trabajo que cansa mucho, siento, que no podría hacer otra cosa, nací para esto y creo que moriré haciendo esto. Oiga, ¿y si le baja a la carga de su transporte para que pueda subir de nuevo a su bicicleta y pedalear como antes? La necesidad me obligó a bajar, y aunque sé que puedo subir de nuevo, ya no podré pedalear como antes.

Ayer me reintegré a mi trabajo después de una prolongada estancia en casa, me invadieron sentimientos encontrados, mi esposa me dijo: ya tienes el tiempo de sobra para la jubilación, si regresas, realiza el trámite correspondiente y vuelve a casa; de inmediato me vino a la mente los comentarios del señor de la bicicleta y le dije: regresé al trabajo y me lleno de alegría ver a mis compañeros, aunque cada quien se encontraba haciendo su tarea y fue tan fugaz el momento, que sentí que ya no era necesario regresar, pero al empezar a consultar, mis pacientes se llenaron de alegría , cuando terminé la consulta me di cuenta que había perdido algo con esa ausencia involuntaria, me cansé más que de costumbre y me sentí con poca libertad para ejercer mi oficio, pues los cuidados para prevenir un contagio por Covid- 19, me han hecho bajar de mi bicicleta.

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